Cuando pensamos en algo cálido, tierno, reconfortante, seguro,
delicado, compasivo, imperecedero … solamente hay un lugar al que todos acudiríamos:
los brazos y el regazo de nuestra madre.
Pero no nos imaginamos, tal vez, ahora, sino que la imagen que
llega a nuestra mente es la de la niñez.
Ella lo tenía todo, lo podía todo, lo entendía todo.
Puede que ya no esté hace mucho tiempo o que esté contigo sin
estar, o posiblemente no se encuentre en tu ciudad, o en tu espacio vital pero
siempre va contigo.
Un aprendizaje que todas las madres nos enseñaron es el clave para
vivir siempre instalados en esa seguridad. “No pasa nada, te tienes a ti”.
Efectivamente podemos encontrar en el interior el regazo que no
está. Cerrar los ojos y comenzar a crear un escenario único en el que nos
instalemos a nuestro gusto y al que invitemos a pasar solamente a aquella
persona/s que nos provoquen las mismas sensaciones de bienestar.
La vida se complica mucho a veces. Las personas cambian, las
situaciones también. En realidad, todo lo que tenemos es cambiable y mudable.
Desde que nacemos nos empezamos a despedir; de personas, de
juguetes, de paisajes, de lugares, de objetos. Seguramente si piensas en ti
mismo/a y observas con detenimiento, no hay a tu alrededor nada de lo que había
hace algunos años o muchos años. Todo se ha renovado hasta tu mismo cuerpo,
cuyas células también han cambiado.
Nos apegamos a la seguridad de que nada cambie, a eso lo llamamos “todo
va bien”, pero en realidad la vida muta continuamente y si no aceptamos el
cambio nos arrastrará con él a la deriva.
El apego está en contra de la felicidad. Es difícil soltar cuando
uno quiere lo que quiere. Es complicado querer la felicidad del otro cuando
parece que va en contra de la nuestra. Pero cuanto más cerca estemos de aceptar
los cambios, más serenidad llegará a nuestra vida.
Por otra parte, las personas que viven y mueren en el mismo cuadro
vital se han perdido muchas cosas. Las experiencias son las que traen riqueza a
nuestro saber. Son la forma de modelar la manera de estar y sentir en el mundo
y la única manera de transformarnos y trascendernos.
Siempre hay un refugio para ti, dentro de ti.
Comienza a construir, emoción tras emoción, el templo que te
cobije.
Cuando todo vaya mal, refúgiate en él. Cuando todo vaya bien será
aún más hermosa su acogida. No te alejes mucho, vuelve siempre.
Allí, dentro… te estarás esperando como la madre espera a su bebé.
Encontrarás un refugio para
ti en ti.