Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 14 de octubre de 2011

LA MAGIA DEL ENTUSIASMO

A menudo se extrañan de cómo puedo hacer de todo un motivo de ilusión. Lo pequeño o lo grande; lo sencillo o lo complicado. Para mí todo es un reto siempre dispuesto para medirme conmigo misma. Todo, en su debida dimensión, constituye un proyecto abierto en el cual, la carga de ilusión la pongo yo, a mi gusto. Es preciso llenarnos cada día de entusiasmo, devorar las posibilidades que trae consigo la nueva mañana, deshojar uno a uno los retos que vendrán o enfrentar con valentía los posibles contratiempos que también lo harán. Se trata de encontrarnos con ese yo escondido deseoso de demostrarnos que puede, que lo va a intentar, que nada escapa a la voluntad y que no escatimará esfuerzos por conseguir lo que le proponemos. Todos tenemos dentro una personita así. Implicada, responsable de nuestra felicidad, empeñada en mantenernos con ilusión, dispuesta a devorar los sinsabores, los malestares, los malos entendidos y las críticas que pretendan empañar nuestra intención. Un yo mismo capaz de demostrarnos, una y otra vez, que lo que admiramos en otros…allí fuera…está en nosotros también. Que la fuerza del entusiasmo está con en el interior y que tiene un sentido tan fino de la audición que con sólo desear su presencia estará disponible al instante. Vasta probar. Nada perdemos. Comienza por algo simple. Algo pequeño e insignificante que te guste. Date el placer de sentirlo, de tenerlo, de fundirte con la sensación de gratitud por poder experimentar ese estado de felicidad momentánea que tanto bien nos hará. Y continúa…expandiendo el entusiasmo por donde pases. Sé un mago. Haz que todo lo que toques se llene de magia incontenible. Se transforme. Cambie y mejore. Expande tu luz y a tu paso, se iluminarán muchas otras miradas que no sabían que podía brillar también. Enciende la mecha. La chispa correrá sola. Goza de tu poder, ese que está en tu mirada y en tus manos. Acaricia, toca, acércate…y mira con tanto amor que todo lo que sea observado por ti, se transforme sin remedio. Puedes hacerlo. Comienza!...y serán tales las sensaciones que obtengas que no podrás parar. Inundemos de entusiasmo la vida y será otra.

jueves, 13 de octubre de 2011

ANATOMIA DEL MIEDO

No conozco barrera más poderosa que el miedo. Lo que el miedo consigue no lo logra ningún factor más. Hobbes escribió una terrible frase que podríamos, tal vez, repetir todos: “El día que yo nací, mi madre parió dos gemelos: yo y mi miedo.” Posiblemente un hilo conductor de la humanidad es el afán de liberarse del miedo, de buscar la permanente seguridad fuera del temor. La política ha utilizado el miedo como herramienta de poder en muchas ocasiones. Pero el miedo también está a la base de las religiones, que de una forma u otra, nos proporcionan sistemas, modos y maneras de protección contra lo que tememos, a la vez de que lo han utilizado sin decoro, otras veces, para someter los comportamientos ante el terror a la respuesta de la divinidad. Vivimos entre el recuerdo y la imaginación, entre fantasmas del pasado y fantasmas del futuro, reavivando peligros viejos e inventando nuevas amenazas, confundiendo realidad e irrealidad, o sea, hechos un lío. Para colmo de males, a veces tenemos miedo al propio miedo. Es cierto que el miedo pertenece a nuestro sistema defensivo y que nos hace huir a tiempo o evitar males previsibles. El miedo, sin embargo, se expande como una enfermedad porque es una emoción contagiosa y demasiado frecuente en nuestros días. Pero es necesario que nos paremos ante nuestros miedos, les reconozcamos e identifiquemos de dónde proceden. Muchos, la mayoría, están enraizados en la niñez. ¡Ah, qué importante es la niñez!.
Para comprender cómo se han instalado los miedos en nosotros, debemos retroceder a nuestros padres e incluso, más allá, a los padres de nuestros padres…y conocer cómo fueron tratados ellos en los miedos. De qué forma les asustaron, cómo vieron fantasmas donde solamente había oscuridad. Recordar los miedos que ellos tenían pegados a su piel y cómo con una facilidad no consciente, nos traspasaron lo que estaba normalizado en su conducta. No podemos juzgarles porque frecuentemente todos somos víctimas de víctimas. Pero sí nos ayuda conocer cuál es el origen de los miedos irracionales que podemos identificar y comprender que no son nuestros, sino que nos los cedieron como si de un objeto se tratase. Buena noticia si consideramos la opción de haber sido integrados en algún momento a nuestro código de comportamiento pero que no constituyen su fundamento. Podemos deshacernos, entonces, de ellos. Poco a poco…teniendo la valentía de enfrentarlos y creyéndonos capaces de conseguirlo.

miércoles, 12 de octubre de 2011

PIEDRAS EN EL CAMINO

Muchas veces nos preguntamos el por qué de nuestra biografía. No cabe duda que cada uno tenemos nuestras propias piedras que salvar. Diferentes, distintas, más o menos grandes y pesadas pero todos, sin excepción, nos encontramos dificultades ante las cuales es imposible no preguntarse el por qué a nosotros. Nada pasa porque sí. Todo encaja perfectamente en el puzle que venimos a componer. Necesitamos unos aprendizajes que no se definen sino a través de la capacidad y resistencia ante los problemas; por medio de nuestra actitud ante ellos y la respuesta que vayamos construyendo, paulatinamente, en nuestro avance, para resolverlos.  Ganamos años, el tiempo pasa inexorablemente y estamos obligados por destinos y por coherencia con nosotros mismos a aprender. De otro modo la vida pierde su sentido y como a la propia historia le sucede, estaremos condenados a repetirla. Repetir, en este caso, significa encontrarnos de nuevo dificultades semejantes hasta que hayamos aprendido a responderlas con tolerancia, capacidad de superación, paciencia y comprensión. ¿No es cierto que a todos nos ha pasado alguna vez encontrarnos frente a errores que ya habíamos cometido y repetimos?¿significa que hemos aprendido en el error anterior?¿o más bien nos quiere decir que de cometer el mismo no hicimos bien los deberes y volvemos a tropezar en las mismas piedras?...pues ahí están para ti, para mí, para todos…dispuestas a ocupar su lugar recurrentemente hasta que queramos aprender. A veces los obstáculos no se superan quitándoles del camino…sino bordeándoles. Tratando de encontrar herramientas que nos sirvan para que no vuelvan a hacernos daño, protegiéndonos de la des validez a la que nos somete no darnos cuenta de que el verdadero problema somos nosotros y que cuando nosotros cambiamos el enfoque de ver las cosas, de comprenderlas, de asimilarlas…podemos responder de otra forma.
Si nosotros cambiamos, el mundo cambia. Porque la realidad tiene forma en nuestro interior…y sólo ahí puede modificarse. ¿A qué esperamos?. Buen día.

martes, 11 de octubre de 2011

LA IMPORTANCIA DE CONTAR

Poder contar lo que se siente, lo que nos sucede, aquello que nos sorprende y nos obliga a idear cambios rápidos en nuestra vida, lo que nos agobia o lo que nos desborda…es todo un privilegio. Nuestros parientes mayores lo hacían en el confesonario, si buscaban la paz interior, y si lo que pretendían era un vaciado de impresiones se reunían con sus vecinos a la puerta de sus casas para  contar y contar…Desde que no existen las reuniones hogareñas, los amigos los contamos con los dedos de una sola mano y nos sobran...Desde que los confesionarios están olvidados, todo se ha complicado. Necesitamos psicólogos que tipifiquen como enfermedad nuestras ganas de contar. Nos sentimos mejor si ingerimos una pastilla milagrosa con la que se van a serenar las inquietudes pero que no resolverá el problema de recibir las palabras cálidas de una voz amiga que sienta con nosotros nuestros duelos. Nos refugiamos en las compras como compensación del malestar; en cenas y comidas como celebración de haber logrado un poco más de paz, en aspiraciones materiales con las que creemos remediar la soledad, sin darnos cuenta que la solución está en una mirada cercana, en un apretón de manos, en un abrazo tierno o en una palabra sentida.
Nos hemos acostumbrado a vivir dentro de nuestra coraza. Pretendemos protegernos de peligros imaginarios de los que hacemos a todos lo demás, sospechosos. Tememos por nuestra intimidad, esa que tanto necesitamos que nos escuchen paradójicamente.  Estamos al borde del abismo…y aún así…preferimos seguir solos. De ello hacemos un trofeo: nuestra capacidad para resistir la soledad, mientras morimos desangrados por no tener a nadie a quien contar lo que nos sucede. Es importante hablar, expresar lo que sentimos, comunicar lo que penamos, transmitir lo que anhelamos. Porque en ocasiones, el pensamiento se vuelve enemigo y nos sitúa frente a gigantescos fantasmas que podrían ser volatilizados al instante con una sola palabra de alguien que estuviese a nuestro lado para escucharnos. Es importante saber que quieren escucharte. Para eso, no olvidemos estar siempre dispuestos a ser los receptores de quienes nos necesiten. La vida funciona así. Como un boomerang con retorno. Tan sencillo como regalar al mundo lo que quieras que te regalen. Solo hay que esperar. El camino puede ser inesperado pero podemos tener la seguridad de que nos devolverán con creces lo que hayamos ofrecido con absoluto desinterés y amor incondicional.

lunes, 10 de octubre de 2011

La Fortaleza de las Decisiones

Una de las peores sensaciones que podemos experimentar es la duda. El temor a equivocarnos nos lleva a no decidir, a estar quietos en el malestar y a veces, a seguir con situaciones que no queremos por dudar tanto sobre sus posibilidades de éxito.
El desequilibrio al que nos dirige la falta de resolución afecta, sin duda, a todos los ámbitos de la vida. No somos capaces de tomar una decisión y nos sentimos mal por ello. Tampoco somos capaces de olvidar el resto de las opciones y centrarnos en lo que hay en el aquí y el ahora, por lo que también nos sentimos fatal. No podemos quedarnos con una sola opción, ni queremos experimentar lo nuevo. Es como si quisiésemos ver en una pantalla de cine cómo sería nuestra vida con la decisión que no acabamos de tomar, pero a la vez, seguir seguros en la rutina de lo que nos impulsa a escapar por si lo que vemos no nos gusta.
Sin embargo, uno comprueba que cuando se toma una decisión, las dudas desaparecen; se esfuman como por arte de magia, nos abandonan para instalarnos en la fortaleza de saber que tenga el resultado que tenga, hemos hecho lo correcto; y lo correcto es siempre lo que indique el corazón.
La toma de decisiones nos libera de la prisión de la duda. Nos hace grandes por saber qué camino queremos y nos llena de orgullo haber podido decidir sin titubear, aquello que al menos intuimos como propio. Los caminos de dispersan y solamente queda una vía por donde dirigir los pasos. La duda siempre confunde, retuerce y complica el pensamiento. Hay que elegir la acción y sea como sea, tomarla como bandera para no volver la vista atrás. Caminar siempre al frente con la seguridad de ser capaces de trazar la línea por donde dirigirnos a la meta. De no depender de nadie, de ser autónomos y libres. Capaces de saber que lo que uno decide es siempre lo mejor, porque así debe ser. Lo que vivimos siempre es lo correcto. Siempre lo que debimos hacer. Cualquier camino que escojamos nos llevará a cumplir con el plan que nos trazamos. ¿Por qué dudar entonces?¿De qué hacerlo?...todo llegó con nosotros. Todo continuará junto a nosotros. Nosotros somos ese Todo. No hay lugar para dudar. No hay espacio. No hay tiempo. Lo que decidamos siempre, siempre será lo debido.

domingo, 9 de octubre de 2011

La peor de las emociones

De todas las emociones negativas que podemos sufrir, sin duda, la peor es la ira.  No hay motivos suficientes para la ira. Tal vez, sí el enojo o la furia repentina como respuesta a un agravio, al cansancio, a la frustración o al temor…pero la ira se presenta sedimentada, dañina y enconada, fatales ingredientes incluso para nosotros mismos. Nuestro cuerpo también se resiente con el resultado de la ira. La rabia, ese veneno instantáneo, invade el hígado, el estómago, el rostro, los músculos y el tono de voz. A las palpitaciones duplicadas se une la sudoración excesiva y una presión inconveniente que se apodera del pecho. Síntomas de los trastornos que nos produce sin poder evitarlo. Posiblemente, haya una solución para quienes sufren de este mal. Tal vez…darnos el tiempo suficiente para calmar esa tempestad dislocada de deseos de destrucción que nos arrebata la razón y nos deja a merced de una corriente destructiva que todo lo asola a su paso. Contemos diez, veinte, treinta…démonos la vuelta y salgamos. Después, todo será distinto.
Veamos este breve cuento sobre lo que nos ocupa.


Cuentan que un hombre sufría con gran frecuencia ataques de ira y cólera, así que decidió un día abordar esta situación. Para ello se fue al encuentro de un viejo sabio con fama de conocer la naturaleza humana. Cuando llegó a su presencia, habló de este modo:
-Señor, quiero solicitar tu ayuda, ya que tengo fuertes arranques de ira que están haciendo mi vida muy desgraciada. Yo sé que soy así, pero también sé que puedo cambiar si usted me aconseja.
Lo que me cuentas es muy interesante -dijo el anciano-. De todas maneras, para poder tratar bien tu problema es necesario que me muestres tu ira y así pueda saber de qué naturaleza es.
-Pero ahora no tengo ira -argumentó el hombre.
-Bien -contestó en anciano-, lo que tendrás que hacer en este caso es que la próxima vez que la ira te invada, has de venir lo más deprisa posible a enseñármela.
El hombre iracundo se mostró de acuerdo y regresó a su casa. Pero pocos días después se encontró de nuevo con otro ataque de cólera y marchó rápidamente a ver al anciano. Sin embargo, ocurría que el viejo habitaba en lo más alto de una colina muy alejada, así que cuando por fin alcanzó la cima y se presentó al sabio...
-Señor, estoy aquí de nuevo como me dijiste.
-Estupendo, muéstrame tu ira.
Pero al pobre hombre se le había pasado la ira durante la subida.
-Es posible que no hayas venido lo suficientemente rápido -dijo el anciano-. La próxima
vez corre mucho más deprisa y así llegarás todavía con ira.
Pasados unos días, al hombre le asaltó otro fuerte ataque de cólera y recordando la recomendación del sabio, comenzó a correr cuesta arriba todo lo rápido que pudo. Cuando media hora después llegó, completamente agotado a casa del viejo, éste le reprendió severamente:
-Esto no puede continuar así, otra vez llegas sin ira. Creo que debes esforzarte aún más y tratar de subir las cuestas mucho más deprisa. De otro modo no voy a poder ayudarte.
El hombre marchó entristecido, jurándose a sí mismo que la próxima ocasión correría con todas sus fuerzas para llegar a tiempo de mostrar su ira.
Pero no ocurrió así. Una y otra vez subía la cuesta, ya cada ocasión llegaba más y más fatigado y desde luego sin un asomo de ira.
Un día que llegó especialmente extenuado, el maestro, por fin, le dijo:
-Creo que me has engañado. Si la ira formara parte de ti, podrías enseñármela. Has subido a mi casa veinte veces y nunca has sido capaz de mostrarla. Esa ira no te pertenece. No es tuya. Te atrapa en cualquier lugar y con cualquier motivo y luego te
abandona. Por tanto, la solución es fácil: la próxima vez que quiera llegar a ti, no la recojas.