Estamos en un momento en el que jurarse
amor eterno tiene la vigencia de una eternidad de quita y pon. Hoy en día, no
vale aguantarse. Así no funciona el amor. Por eso, cuando uno se equivoca se da
cuenta que el amor eterno existe pero, que la eternidad a la que se refería, no
es un período sin fin en el que este sentimiento no perezca nunca.
Ojeando una revista me di cuenta de la
gran cantidad de parejas jóvenes que rompen su relación tras unos breves años y
un hijo en común.
No me parece ni mal ni bien. No juzgo.
Pero hoy pensaba en la de veces que se habrían jurado amor eterno estas
personas. Y llegué a la conclusión de que posiblemente hay eternidades instantáneas,
infinitudes limitadas e inmortalidades con fecha de caducidad.
En
realidad, pudieron creer que ese amor era para toda la vida y gozaron y
sufrieron así. Pero la propia existencia nos enseña que hemos de tener cuidado
con las palabras, que no se las lleva el viento, que quedan en el corazón
clavadas como estacas sobre la arena, hundiéndose cada vez más entre los finos
granos de la desesperanza.
Se
dice con, demasiada facilidad, expresiones tales como: “te quiero”, “eres el
amor de mi vida”, “sin ti no puedo vivir”, “me muero por ti”…y tantas y tantas
otras que muestran la afectación que sufren los enamorados cuando el
sentimiento arrasa con toda su fuerza, el corazón de cada uno. Sin embargo, he
oído lamentarse con pena a quienes lo han dicho alguna vez sin alcanzar el amor
para el resto de sus días.
Creo
que uno debe ser coherente con lo que siente aunque no le demos la categoría de
eternidad, pero realmente el amor eterno existe en el momento que así se
siente, el morirse por el otro es un hecho cuando la ansiedad por estar a su
lado nos devora, ser el amor de tu vida es cierto, en ese momento de ella.
Creo
en el “amor eterno”, creo en el “te quiero a morir”, creo en “estoy loca por ti”…creo
en que todo ello es verdad cuando sucede; en lo que nos equivocamos es en darle
la condena del “ para siempre” porque la vida te sorprende una y otra vez
tragándote tus palabras.
Sin
saber cómo, sin saber por qué. Sin saber tampoco el para qué.