Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 24 de julio de 2021

EN EL CORAZÓN DE LAS PALABRAS

 

UN DIOS CALLADO


Como lluvia de primavera

Sobre el campo granado,

Como dulce palabra perdida,

En el oído regalado,

Como suave rayo de luz,

En el pórtico acristalado,

Como pan caliente,

Del horno recién sacado,

Como dulce caricia imperdonable,

Después del amor devorado,

Como vuelco de corazón,

De anhelos, necesitado,

Como vuelo de alondras

Con alas y cuerpo estirado,


 

Como tímido guiño,

De tus ojos a los míos, prestado,

Como siempre y por siempre

Del amor más amado,

Como intento necio,

Del fuego no olvidado,

Como página pasada,

De un libro en blanco,

Como torbellino oscuro

En aire terminado,

Como ráfaga caliente

En el frío hielo de lo helado,

Como melodía excelsa,

De notas y silencios plagado,

Así retorna la tierra al cielo,

Como el hijo a la madre, amado

Y sonríe la luna llena,

a cada logro ganado a lo logrado.

Así reza la oración lejana,

Que a este sueño me ha llevado.

¡Como grita la tierra al cielo,

Con un Dios tan callado!

martes, 20 de julio de 2021

DEL DICHO AL HECHO

No ha nada más coherente y dignificador que pensar, decir y hacer lo mismo. Para mucha gente esto es un imposible fuera de todo lugar. Acostumbrados a decir cosas bonitas y a hacerlas al contrario, a convencer por una parte y hacer lo que quieren por otra, a sostener una premisa como irrefutable y reírse de ella nada más que se vuelven de espalda. Y es que el refrán castellano “ Del dicho al hecho hay un trecho” tiene sus defensores entre los que tienen en su cabeza una separación, que han normalizado, en la cual decir algo no implica cumplirlo.


 

          Antes la palabra era ley. No había mayor pacto entre caballeros que la palabra dada. Por la palabra se llegaba tan lejos como a la muerte. Era un sello real donde, de forma invisible, el compromiso era inamovible.

          Estamos en el mundo del “todo vale”, de “tú convence y vence, como sea”, de “vende bien y no importa el qué”.

          Por eso es tan fácil cruzar líneas cuyo límite natural no ha de explicarse siquiera, pero no las hay y si las trazamos son tan débiles que podemos cambiarlas a nuestro antojo.

          Aunque parezca que todo esto va en nuestro favor, no es así. Cada acción tiene su consecuencia. Cada paso, su avance o su retroceso; cada elección, su factura.

          Y el caso es que nos gusta la gente “formal”, aquella en la que se puede confiar, la que tiene una nobleza de sentimientos y acciones que le definen, con la que podemos contar sin miedo a sentirnos traicionados a la vuelta de la esquina.

          Es difícil reconocerse a uno mismo, pero la vida siempre nos pone espejos que nos reflejan cómo somos y, creyendo bondades de otros, recibimos el mismo daño que hemos hecho.

          Es una ley que no falla. Nunca.