Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 28 de febrero de 2015

NECESITO UN RINCÓN



Hay tiempos que me gustaría detener. Períodos imposibles casi hasta de vivir que desearía mantener intactos para revivirlos cuando lo necesite. 

Posiblemente, detener el tiempo signifique vivir en el aquí y en el ahora. Eso que tanto repiten los psicólogos que quieren estabilizar la vida y poner un escudo frente a lo que nos hace daño del pasado o nos angustia del futuro.

¿En qué notamos el tiempo?. En realidad es una categoría que no existe; que estructuramos nosotros en función de momentos centrados en el “antes” y el “después” de sentir cualquier tipo de emoción relacionada con los pasajes de la vida.

Hay “antes” por los que uno daría la vida. Hay “después” para los que uno querría no tener memoria. 

Me sigo adaptando muy mal a los cambios. Me cuesta mucho airear la mente y dejar paso a lo que pueda suceder. Me quedo siempre en lo sucedido y eso me instala en un mundo irreal que constantemente me reclama una vuelta al presente.

El momento de serenidad llega cuando me planteo que son las cosas que nunca fallan. Que es lo que me gusta. Dónde está lo que me da paz. Y entonces, necesariamente me exijo una vuelta a mí  desde las raíces que siempre me mantuvieron siendo un pilar de gran sujeción.  Me apuntalo a mi misma y me empujo hacia aquello que siempre centró mi pasión.  

Vuelvo a mis libros, a ese mundo donde la mente encuentra un lugar calentito donde acurrucarse y los deseos son siempre una posibilidad posible.

Hoy necesito un rincón sereno, de esos, donde poder recostarme con la luz suficiente para leer las palabras exactas que arropen mi corazón.


jueves, 26 de febrero de 2015

YO QUIERO...



Yo quiero ser consciente del privilegio y milagro de la vida... de sentir que tengo todo el derecho a VIVIR y disfrutar lo que ella me ofrece...

Yo quiero ser alguien, para agradecer y retribuir todas les bendiciones que Dios me ha dado...

Yo quiero ser FELIZ siendo yo misma, sin máscaras, sin sentimientos de culpa, conforme a mi vocación, a mi misión y a mis sueños...

Yo quiero tener el coraje de ser y sentirme libre para elegir mis caminos, vencer mis miedos y temores y asumir las consecuencias de mis actos...

Yo quiero tener alegría para reír, para hacer y recorrer mi camino a la felicidad, para sentir la energía de VIVIR plena e intensamente...

Yo quiero sentir, amarme, reconocer que soy única, irrepetible e irreemplazable, que valgo porque han instalado en mí una LUZ divina y porque en mi interior hay mucho para DAR...

Yo quiero hacer conciencia de que nadie puede lastimarme a menos que yo lo permita, que nadie puede agredirme porque no lo merezco...

Yo quiero ser luz para mis hijos, porque así les ayudaré a crecer sin miedos y con responsabilidad.

Yo quiero dejar de ser y sentirme víctima para retomar o tomar por primera vez en mi VIDA la capacidad de autogobernarme, de ser protagonista de mi historia...

Yo quiero AMAR el presente, elegir el futuro y luchar para hacerlo, con el corazón sin renunciar ni cansarme jamás...

Yo quiero recordar el pasado, pero no vivir en EL, para aprender a no cometer los mismos errores, quiero soñar con un futuro brillante lleno de estrellas, sin dejar de vivir y disfrutar mi presente, teniendo plena conciencia que lo único seguro es el hoy, el aquí y el ahora...

Yo quiero perdonarme mis errores, mis culpas, mis caídas y liberar la carga para hacer más liviano mi caminar hacia una VIDA NUEVA... 

Yo quiero, todos los días de mi vida en esta dimensión agradecer cada instante de aliento, cada sonrisa, cada lágrima, cada amigo que me ha dado la mano en mi peregrinaje, cada experiencia vivida que me han hecho SER quien soy, con mis defectos y virtudes... 

Yo quiero seguir siendo YO para poder sentir el TU... a flor de piel.
Anónimo

miércoles, 25 de febrero de 2015

EL DIFÍCIL PERDÓN



Nada nos deja con más paz que perdonar. Perdonar es como soltar un peso enorme y volver a respirar ligeros y aliviados.

 Perdonar es magnífico: modifica la química de nuestro organismo, diluyendo la adrenalina que provoca la rabia y el resentimiento, eleva los niveles de serotonina, la hormona de la alegría y la felicidad, niveles que suelen decaer cuando tenemos una deuda pendiente -con nosotros mismos o con los demás-, y cuando nos sentimos ofendidos y humillados. 

            Sí, perdonar es fantástico, pero difícil. ¿Por qué cuesta tanto perdonar? El alma no tiene problemas con el perdón; sabe que los errores forman parte del aprendizaje, que todos somos iguales y que la maldad es simplemente ignorancia, que la vida es eterna y que tarde o temprano todos alcanzamos el conocimiento y el amor absoluto y que, precisamente, lo que consideramos errores o agravios, son grandes oportunidades para avanzar, para conseguir más luz. 

        El alma sabe que el plan es perfecto, que todo tiene un sentido, que las coincidencias no existen, que nada pasa por qué sí. El alma sabe todo eso y mucho más. ¡Es imposible ofender al alma!
Al que le cuesta soltar es al ego. 

          El ego está compuesto de juicios y prejuicios, de verdades, de razón… Nos ayuda a ser lo que somos, es una buena armadura, nos ha protegido en innumerables batallas pero, sobre todo a partir de la segunda mitad de la vida, hay que atarle en corto y quitarle el control. Porque si el ego manda, nos sobrarán razones y verdades y nos faltará paz y armonía.

          Para estar en paz con el mundo y con uno mismo hay que estar dispuestos a cuidar con cariño a la niña o niño heridos que todos llevamos dentro. 

       Si lo hacemos, si cada uno se responsabiliza de curar sus heridas, entre todos construiremos una realidad mejor y dejaremos de herencia a nuestros hijos un lugar donde vivir más confortable y hermoso.
Nuestro bienestar depende de nosotros mismos, no está en manos de nadie ni de nada. El poder, el don de elegir perdonar o perdonarnos es nuestro.

  
Mercé Castro Puigautora : "Volver a Vivir" 

martes, 24 de febrero de 2015

LA PREDISPOSICIÓN



Estamos muy acostumbrados a presuponer. Tendemos a recreas escenarios que no existen. Hacemos crecer  a nuestros fantasmas en un instante y siempre, tendemos a adelantar desgracias que rara vez suceden.

Nuestras percepciones, la forma que damos al mundo dentro de nosotros, pueden predisponernos a adoptar actitudes que mantienen un escenario inexistente. Lo peor es que alguien paga por ello.

Veamos este ejemplo del relato.

“…Un hombre quería colgar un cuadro. Aunque tenía el clavo le faltaba un martillo. Su vecino tenía uno. Así, pues, nuestro hombre decidió pedir al vecino el martillo prestado.

Sin embargo, rápidamente le asaltó una duda: 

¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero, quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se le habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo.
   Así nuestro hombre salió precipitado a casa del vecino, tocó el timbre, se abrió la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso: “¡Quédese usted con su martillo, estúpido!”.

Efectivamente, nuestra mente, el diálogo interior que mantenemos con nosotros mismos y esa especie de gigante gruñón que nos grita desde dentro hace que imaginemos realidades desbordadas que solo existen en nuestra fantasía.

Lo peor, que actuamos en consecuencia. Lo mejor, saber que nos sucede, al menos queda la esperanza de poder remediarlo.

lunes, 23 de febrero de 2015

LA FELICIDAD AJENA



Me pregunto por qué nos molesta tanto la felicidad ajena. Por qué razón lo bueno que les sucede al resto nos duele a nosotros y en qué medida nos comparamos siempre, irremediablemente, con el grado de satisfacción de los demás.

         Incluso pasa con la salud. Parece que la desgracia compartida es menor, que si le sucede a otro, resta de algún modo, importancia a lo nuestro. Es como sentirnos acompañados en aquello en donde nos preguntamos por qué el destino nos ha señalado a nosotros. 

Entiendo de algún modo que cuando vemos la felicidad ajena, la buena suerte o el brillo en la vida de los demás nos sintamos, de alguna forma, deseosos de que nos suceda lo mismo. Lo que no entiendo es la búsqueda de descalificaciones para restar o mermar lo que ante nuestros ojos es idílico.

Por desgracia nada lo es tanto. No dura siempre lo bueno y momentos de indescriptible  pasaje terminan por cambiar el rumbo, tarde o temprano.

Ayer comentaba, en una conversación, lo que puede ser objeto de envidia para sentirnos verdaderamente celosos de a suerte ajena. 

Una de las buenas determinaciones del destino, para mí, es encontrarse con la persona que será el amor de la vida, cuando uno es joven. Me niego a pensar que el alma gemela no existe o que no coincide nunca, o casi nunca, con la persona que comparte la vida con nosotros.

Lo cierto es que uno entra en el amor con una absoluta inocencia y tal vez con ideas equivocadas sobre lo que debe significar tener al amor de tu vida a tu lado. A las mujeres nos hablan del príncipe azul. A los hombres de la perfecta casada. A unos y a otros nos ha engañado la sociedad, los modelos  y los estereotipos.

Posiblemente, las cosas y las personas no llegan a nosotros hasta que no estamos preparados. A veces, ese momento no coincide con la primera persona con la que te ilusionas. Casi nunca es así. 

Más tarde, uno se da cuenta de que la edad ayuda. De que ser más flexible va siendo más fácil. De que las exigencias se vuelven menores, de que la felicidad cada vez se alcanza con cosas más pequeñas, de que una caricia puede significar un inmenso apoyo y una mirada la complicidad necesaria para seguir con fuerza.

Todo se reduce a casi nada. Y solo cuando se acepta así, el milagro se produce.

Hay un milagro para cada uno. Cerca…o en alguna parte. Seguro.