A veces me quedo en
silencio. Miro a través de la ventana y recuerdo. Pienso que la vida está hecha
de trocitos de historias, de pedazos de emociones, de hilos de amor, de
pinceladas de sensaciones. Hecha de nata y fresa, de chocolate y menta. Con
olor a nube, con sabor a mar abierta.
También hay colores grises, nubes negras y lluvias ácidas.
Sin embargo, por una extraña razón que no llegamos a entender, los recuerdos
siempre parecen mejores que el presente y éste lo parecerá con respecto a lo
que está por llegar.
Me siento despacio para darme una cita a mí misma. Quiero
entender que lo más importante es valorar lo que existe, estimar lo que tuvimos
y no dejar libre la mente con respecto a lo llegará.
Me miro frente a frente…y me digo:..” estás hecha de sueños
y esperanzas; de arañazos y desgarros, de suavidades y asperezas, de contrastes
infinitos que llevan al alma hasta la eternidad sin moverse siquiera. Y me
acaricio despacio con la mano de la ternura que siempre tengo para otros y me
respondo preguntas que duelen como el
alcohol sobre las heridas…y también me engaño para evitar el sufrimiento, porque
tengo la humanidad de los dioses y la divinidad de los hombres. Porque tengo la
necesidad absoluta de ser feliz en el trayecto. Porque muero si pienso que no
llegaré nunca a serlo.
Desde el centro del corazón, pienso. Desde el centro de mi
mete, siento.
Te siento, te pienso, te quiero, te aumento, me rindo y me envuelvo…en
ti, en todo tu universo inmenso que yo
invento cuando solo eres un recuerdo.
Y hago burbujas de jabón con el desconsuelo de saber que el
amor es puro amor, sólo aquí dentro.