Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 30 de agosto de 2014

DESDE AQUI DENTRO...



A veces me quedo en silencio. Miro a través de la ventana y recuerdo. Pienso que la vida está hecha de trocitos de historias, de pedazos de emociones, de hilos de amor, de pinceladas de sensaciones. Hecha de nata y fresa, de chocolate y menta. Con olor a nube, con sabor a mar abierta.
         También hay colores grises, nubes negras y lluvias ácidas. Sin embargo, por una extraña razón que no llegamos a entender, los recuerdos siempre parecen mejores que el presente y éste lo parecerá con respecto a lo que está por llegar.
         Me siento despacio para darme una cita a mí misma. Quiero entender que lo más importante es valorar lo que existe, estimar lo que tuvimos y no dejar libre la mente con respecto a lo llegará.
         Me miro frente a frente…y me digo:..” estás hecha de sueños y esperanzas; de arañazos y desgarros, de suavidades y asperezas, de contrastes infinitos que llevan al alma hasta la eternidad sin moverse siquiera. Y me acaricio despacio con la mano de la ternura que siempre tengo para otros y me respondo preguntas que duelen como   el alcohol sobre las heridas…y también me engaño para evitar el sufrimiento, porque tengo la humanidad de los dioses y la divinidad de los hombres. Porque tengo la necesidad absoluta de ser feliz en el trayecto. Porque muero si pienso que no llegaré nunca a serlo.
         Desde el centro del corazón, pienso. Desde el centro de mi mete, siento.
         Te siento, te pienso, te quiero, te aumento, me rindo y me envuelvo…en ti, en todo tu universo inmenso  que yo invento cuando solo eres un recuerdo.  
         Y hago burbujas de jabón con el desconsuelo de saber que el amor es puro amor, sólo aquí dentro.

viernes, 29 de agosto de 2014

LAS DOS CUALIDADES DEL ÉXITO



Un joven, preso de la amargura, acudió a un monasterio en Japón y le expuso a un anciano maestro:

—Querría alcanzar la iluminación, pero soy incapaz de soportar los años de retiro y meditación. ¿Existe un camino rápido para alguien como yo?

—¿Te has concentrado a fondo en algo durante tu vida? —preguntó el monje.
—Sólo en el ajedrez, pues mi familia es rica y nunca trabajé de verdad.

El maestro llamó entonces a otro monje. Trajeron un tablero de ajedrez y una espada afilada que brillaba al sol.

—Ahora vas a jugar una partida muy especial de ajedrez. Si pierdes, te cortaré la cabeza con esta espada; y si ganas se la cortaré a tu adversario.

Empezó la partida. El joven sentía las gotas de sudor recorrer su espalda, pues estaba jugando la partida de su vida. El tablero se convirtió en el mundo entero. Se identificó con él y formó parte de él. Empezó perdiendo, pero su adversario cometió un desliz. Aprovechó la ocasión para lanzar un fuerte ataque, que cambió su suerte. Entonces miró de reojo al monje. Vio su rostro inteligente y sincero, marcado por años de esfuerzo. Evocó su propia vida, ociosa y banal...

Y de repente se sintió tocado por la piedad. Así que cometió un error voluntario y luego otro... Iba a perder. Viéndolo, el maestro arrojó el tablero al suelo y las piezas se mezclaron.

—No hay vencedor ni vencido —dijo—, No caerá ninguna cabeza.

Se volvió hacia el joven y añadió:
—Dos cosas son necesarias: la concentración y la piedad. Hoy has aprendido las dos.

En un momento, el joven olvida su propio interés y empatiza de tal manera con su contrincante en el juego del ajedrez que se ve reflejado en él. 


La concentración y la piedad son, de este modo, las dos cualidades más importantes para el éxito en tu vida y contigo mismo.

jueves, 28 de agosto de 2014

AVE, CÉSAR! (Carta Póstuma a un alumno)



¡Qué extraña es la muerte, César!, no me puedo creer que no estés. Hoy, tu marcha ha sido una fuerte sacudida para mí y estoy segura que también para tus compañeras, tus amigas y amigos de clase, los que habían comenzado a ser la prolongación de tu familia a la que tanto querías. A ella, sobre todo, que tanto ha de extrañarte.
Llegaste tarde, a mediados de un curso. Lo hiciste tímidamente como eras tú. Hiciste, con tu presencia, que todos te echásemos de menos cuando faltabas. Pocas veces, eso sí, porque no querías nunca dejar de venir.
¡Tan bien! te sumaste a nuestra casa que incluso venías cuando no te tocaba para ampliar tu deseo de ser útil, de colaborar, de echar una mano acompañada siempre de una sonrisa.
Todo ha pasado muy deprisa. Yo no quise despedirme de ti para que volvieses el próximo curso. Y ahora nos acompañarás desde lo alto para enseñarnos los mil y un colores de tus power point, los extraordinarios dibujos en el paint y esa forma tuya de hacer las tareas con minuciosidad y paciencia que te hacía tan diferente.
¡Ave César! Habrán dicho las legiones de ángeles que te esperaban; de ese modo te darán la bienvenida a un reino de felicidad; de esa forma reconocerán a un hombre sincero, sereno y amable que siempre estaba dispuesto a ayudar.
No serán igual las tardes de informática sin ti. Ni tampoco las fiestas de fin de año o las comidas de verano. Logramos ver tu dulce corazón y alegrarnos con tu tímida sonrisa siempre defensora de tu saber.
Fuiste alumno y amigo. Fuiste compañero y colaborador incondicional. Fuiste y serás una persona especial.
¡Ave, César! Llegue hasta ti mi saludo de emperador porque estoy segura que serás un excelente embajador de los duelos de los que aquí quedamos y que desde tu trono de persona honesta y bondadosa, no dejarás de sonreírnos nunca.
Paz eterna para ti.

martes, 26 de agosto de 2014

SE TÚ A PESAR DE TODO



El maestro le dice al discípulo:
 -Acércate al cementerio. Una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos.
El discípulo se dirige al cementerio. Una vez allí, comienza a decir toda suerte de elogios a los muertos y después regresa junto al maestro. 
-¿Qué dijeron los muertos? -pregunta el maestro. 
-No respondieron -contesta el discípulo. 
Y el maestro le ordena ahora:
-Volverás al cementerio y soltarás toda clase de insultos a los muertos. 
El discípulo acude de nuevo al cementerio y sigue las instrucciones del maestro. Vocifera toda suerte de imprecaciones contra los muertos y después se reúne con el maestro. 
-¿Qué dijeron los muertos? -pregunta por segunda vez el maestro.
 -No respondieron -con, testa el discípulo.
 Y el maestro concluye:
-Así debes ser tú: indiferente como un muerto ante los halagos o los insultos de las otras personas.

         Ni los halagos te llevan a la gloria ni las críticas te condenarán al infierno. Se por encima de lo que aparenta ser bueno; se por debajo de lo parece ser malo. Se siempre tú mismo, se aunque no sepas lo que eres; vívete tú independiente y libre, más allá de todo bien y de cualquier mal.
         Nadie puede quitarte lo que eres; nadie repetirte porque eres único; nadie acabar contigo porque lo eres todo si confías en ti.

MUCHAS VIDAS EN UNA



Llevo mucho tiempo pensando que en realidad vivimos muchas vidas en una; simultáneas, sucesivas o alterativas. Incluso podemos estar viviendo una paralela a la que tildamos como “vida normal”.
Por otra parte, somos muchos en uno, también, y lo somos en función de quienes se encuentran con nosotros. Tenemos un comportamiento básico amasado entre los 5 ó 8 primeros años de nuestra vida que nos acompaña para siempre. De éste se derivan una multitud inmensa de distintas formas de actuar, en función de las circunstancias o de lo cómo los demás sacudan nuestra estructura interna.
En estos dos últimos años de mi vida he cambiado mucho. He a prendido que a dudar, a dejar la candidez como único camino para encontrarme con el resto de la gente, a confiar más en mi instinto, a dejarme llevar por mi intuición, a observar y relacionar datos, a detenerme y analizar. No sé si me encuentro mejor que antes. Creo sinceramente que no.
Posiblemente mi confianza ciega en el proceder de los demás, me protegía. Era como una especie de colchón en el que me sentía cómoda pensando que los otros actuarían como yo lo haría. Tal vez un infantilismo que tenía un alto precio pero un sabor dulce. Ahora pago menos pero la boca me sabe más amarga.
He entendido que hay mucha mentira detrás de algunas sonrisas; que cuando te hablan, algunas personas, no siempre te dicen lo que sienten o lo que piensan de verdad, que hay humo transparente que actúa como una cortina que a veces no se ve pero que distorsiona lo que vamos a conocer y he visto, por último, que entre el trigo también hay paja.
La buena noticia es que no todo el mundo es igual. Que estoy convencida que queda gente magnífica que está muy lejos de lo que he descrito, que por mucho malo que exista también hay mucho bueno que persiste. Que aún, alguna gente encantadora, sigue aferrada a la nobleza, la honradez y la honestidad consigo misma.
Ojalá éstos últimos puedan contagiar a los del otro lado, un poco de pasión por la verdad, la sinceridad y la transparencia. Y si no son capaces que al menos sirvan como ejemplo, aunque sea equivocado, para ayudarnos a saber qué es lo que, al menos, no queremos para nosotros ni los nuestros.
¡Feliz día!