Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 28 de septiembre de 2022

MADURESCENCIA

 No queremos que nada se nos pierda en la vida; nada de aquello que nos gusta, que disfrutamos o que nos hace sentir bien. Lo peor es que nos hemos acostumbrado a la gratificación instantánea, algo así como sucede en la adolescencia.




 

         Los jóvenes, cuando descubren el mundo que está fuera de sus casas y abandonan la infancia, creen que solo hay eventos por descubrir. Momentos llenos de intensidad que les proporcionan el impulso necesario para seguir viviendo en un día a día en el que comienzan a no encajar. Eso mismo sucede, a veces, en la madurez.


           Comienza a no gustarnos aquello en lo que nos convertimos. Nuestro cuerpo cambia, el cortisol se dispara, lo que nos hace ir inflamados por la vida, la oxitocina no aparece y la felicidad va dejando de estar al alcance de la mano. Entonces retrocedemos en el tiempo y deseamos que las cosas sean de otra forma.

 

         La vida comienza a complicarse muy pronto. Los momentos bonitos son escasos y la supuesta suerte, que debe llamar a la puerta alguna vez, no acaba de llegar. Por eso, sea como sea, el ser humano en la madurez se retrotrae en el tiempo y busca un estado semejante al de la adolescencia en el cual poder ser feliz. Y de alguna forma lo consigue cuando es consciente de que las emociones pueden tener la misma intensidad; que reír o divertirse forma parte de la vida que aún tienen.

 

         He inventado esta palabra: “madurescencia” para nombrar ese estado de ensoñación que es posible y real en otras edades no tan tempranas y que nos conectan con la vida bonita que dejamos atrás hace tanto tiempo.

         

         Es una palabra que añade vida a la vida con posibilidades infinitas para otras edades a las que siempre es deseable llegar.