Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 25 de junio de 2011

A través de la rendija

Solemos mirar el mundo a través de una rendija. Los condicionamientos mentales que hemos adquirido a través del tiempo, con nuestras experiencias, sirven de puerta entreabierta para dejar pasar la única luz que ilumina el entendimiento. La neurociencia nos echa un cable al admitir que el cerebro es un órgano dinámico capaz de moldearse con la impronta de lo que uno vive. Capaz, por tanto, de cambiar incluso su estructura fisiológica y la complejidad de su configuración. La sinapsis que efectúan los axones de las células nerviosas, neuronas, se vuelve más activa y determinante cuando la vivencia se efectúa con intensidad y diversidad. Cada experiencia a la que nos sometemos abre un poco más la rendija por la que miramos. Se amplía el ángulo de mira, llegan más sensaciones y estímulos a nuestros órganos sensoriales que se resuelven con respuestas eléctricas que diversifican y mejoran la capacidad cerebral. Esta maravillosa imbricación entre acción y pensamiento nos comunica la importancia de vivir plenamente. La definitiva y trascendente tarea de implicarnos en la vida, de no dejar nada de lado, de tomar las riendas de la acción para asegurarnos la calidad y el éxito de nuestro razonamiento.   Cuántos más escenarios conozcamos, cuantas mayores sea las veces que hemos sido protagonistas y no solamente espectadores, cuanto más hayamos respondido a los retos de la vida, mejor podremos con ella. Hay que renunciar al inmovilismo. La falta de acción físisca también nos lleva a la pérdida ejecutiva de una mente exitosa. Si queremos que la rendija de nuestro filtro mental sea cada vez mayor, si de verdad queremos mirar sin prejuicios para abrazar la vida con absoluta limpieza de lastres mentales, debemos levantarnos de la pereza de experimentar para comenzar a gozar de lo que significa vivir la vida en primera persona.

viernes, 24 de junio de 2011

VACIARSE

Estamos demasiado llenos. Dentro de nosotros hay todo un cúmulo de pensamientos y recuerdos que ocupan un espacio. No son etéreos. En realidad, están llenando el hueco que debería servirnos para incorporar lo nuevo. Somos conservadores; tremendamente guardianes de lo que nos sucedió y lo que tememos que suceda y no sabemos echar fuera este caudal de residuos que ya no nos sirven. Incluso si nos molestan, seguimos empecinados en hacerles espacio para que sigan con nosotros. Es similar a lo que nos sucede en un armario. Muchas veces removemos ropa que hace mucho tiempo que no ponemos, pero siempre encontramos una disculpa para seguir dejándola en su lugar aunque no nos quepa la que acabamos de comprar. En el mejor de los casos, apretamos las perchas e intentamos recolocar lo que traemos nuevo. Como consecuencia, lo nuevo se arruga, se deforma y muy pronto adquiere un aspecto semejante a la vieja ropa que espera sin ser puesta. Hay que vaciar. No podemos pretender comenzar a ser diferentes si no descolgamos nuestros viejos prejuicios, los temores, la envidia, el rencor, la ira y todos aquellos sentimientos negativos que apretarán y arrugarán cualquier cambio que introduzcamos en el armario de nuestra mente. Incluso es necesario aflojar la presunción del "yo". Tal vez no nos conozcamos en profundidad, posiblemente seamos débiles ante tantas y tantas cosas pero siempre nos mostramos orgullosos y hasta soberbios con lo que somos. También hay que vaciarse en eso. De otro modo, no podremos seguir creciendo en nuestro interior. Pareciese que ya hemos conseguido todo aunque la mayoría de lo que verdaderamente importa esté sin descubrir en nuestros adentros. Veamos este gráfico ejemplo zen.




Un profesor visita a un maestro Zen y al llegar le dice:  “Hola, soy el Dr. Fulano.  Soy esto.  Soy aquello.  Hago tal y cual cosa, etc, etc. y me gustaria aprender budismo”. 
El maestro responde:  “Desea usted sentarse”.  “Si”.
“Desea tomar una taza de te?”.  “Si”.
Entonces el maestro vierte un poco de te en la taza y continua haciendolo aun cuando la taza esta llena y comienza a derrarmse.
El Dr. exclama: “La taza esta rebosando! Y el te se esta derramando!
A lo que el maestro responde:  “Exactamente.  Usted ha venido con su taza llena.  Se esta rebosando, de modo que….como puedo entregarle algo?
Usted ya esta anegado con todo ese conocimiento.
A no ser que venga usted vacio y abierto, no puedo entregarle nada..”.

Sin duda, comenzar por vaciarse es el camino para dejar paso a todo lo que está por llegar y a todo lo que podamos llegar a ser.

jueves, 23 de junio de 2011

El pasado NO siempre fue mejor

Es frecuente que nuestra mente recurra, en los mometos difíciles, al autoengaño. En definitiva, no podemos culparla porque nos defiende. Se trata de un juego lógico de cambio de coordenadas temporales. Si el tiempo que vivo es complicado y todo parece salir mal, lo más sencillo es refugiarse en el pasado que aunque haya sido pésimo, la distancia le hará atractivo. El sufrimiento que hemos dejado atrás se convierte en regocij cuando lo miramos volviendo la vista atrás. Parece como si no lo hubiésemos pasado tan mal en comparación con el dolor vivo que experimentamos en el tiempo presente; disculpamos a los culpables y nos reñimos a nosotros mismos por haber juzgado tan duramente lo que ahora parece más liviano. Esta falacia de la mente no puede engañarnos. No todo el tiempo pasado fue mejor. No tenemos por qué aplicar sobre él una cortina de niebla que lo iguale y mejore. Lo que fue, es lo que sucedió. Tampoco debemos amargarnos con ello pero nunca sobrevalorarlo. El presente está lleno de razones para continuar. Meta que están en nuestra mente y nunca nos atrevemos a tener como objetivos, personas que nos quieren, familiares que dependen de nuestra ayuda y cuidado, amigos que nos admiran y sobre todo, la propia vida que nos espera cada día para llevarnos de la mano y susurrarnos al oído que si estamos aqui es porque tenemos nuestra propia misión que cumplir. Tener metas que alcanzar y sueños que realizar supone la auténtica razón para seguir mirando siempre hacia delante.

miércoles, 22 de junio de 2011

Críticas

La vida nos examina muchas veces. No siempre sabemos que lo va a hacer; es el factor sorpresa el que aplica para pedirnos cuentas. Nos examina, sobre todo, cuando lanzamos una crítica y lo hace para ponernos a prueba. No deberíamos lanzar juicios gratuitos e incluso cuando estos se fundamenten en razones, a nuestro criterio de peso para hacerlo así, pensarlo dos veces es mucho más sensato. Opinar sobre alguien solo expresa un pensamiento personal que no puede transferirse al resto, porque cada uno siente del otro algo que solamente él puede advertir. Nadie veremos igual a una persona determinada porque realmente cada persona será distinta en cada trato y momento. Lo que enjuiciamos negativo y odioso, mañana puede volverse en nuestra contra y sorprendernos a nosotros mismos haciendo lo mismo. Mejor no involucrarnos en emitir juicios sobre nadie. El efecto negativo de la crítica, y  la agresión verbal nos somete a una intoxicación mental que sin darnos cuenta, nos deforma muy a nuestro pesar.  Incluso la fisonomía de las personas malhumoradas, criticonas, agresivas e intolerantes se ve afectada por este negativismo lleno de malas vibraciones. La próxima vez que tengamos ocasión de observar los rasgos físicos reflejados en la cara de una de estas pesonas, debemos hacerlo. Sus cejas fruncidas, esos ojos encogidos de rabia, el ceño de la boca y esa dura expresión que lo envuelve todo dan razón a la popular frase " la cara es el espejo del alma". Porque efectivamente, el que critica, aquel que lanza su rabia para estrellarla en los demás, quien es capaz de endurecer cualquier palabra o mirada por la más insignificante circunstancia...se ve modelado por su propio veneno. La única actitud sensata frente a estas personas tóxicas es desprendernos de ellas, dejarlas ir, soltar la dependencia a la que nos somete hacerlas caso, presentarnos con un escudo de luz capaz de protegernos del inmenso poder que tienen las críticas cuando se reciben y demostrar a quienes las produce...que no son nada más que humo que lleva el viento, en el momento en que no las dejamos entrar en nosotros.
 Nuestra paz no tiene precio, por ello cualquier esfuerzo por protegerla vale la pena.

martes, 21 de junio de 2011

Fracasos o resultados

La forma de preguntar a la realidad por las cosas que nos suceden condiciona las respuestas que esta nos ofrezca. No es lo mismo hacernos preguntas en las que nos culpemos de lo que ocurre...¿Cómo he podido actuar así?¿Por qué no hice ésto a aquello?¿Cómo pude confiar en él/ella?...que aplicar el razonamiento no como causa de nuestro descuido, insensatez o estupidez sino como resultado de condiciones equivocadas que debemos corregir. Si suspendemos un curso, tal vez no todo tuvo que ver con nuestro empeño, si terminamos mal una relación seguramente existieron muchos factores que llevaron a ello, si no tenemos contacto con un familiar cuya ausencia nos duele, posiblemente debamos replantear nuestra parte de culpa en ello y ver lo que no nos compete y sucedió igualmente.
Los fracasos, de cualquier signo, siempre son una magnífica oportunidad de aprender y crecer. Permitamos la rabia inicial pero démosla poco tiempo para acostumbrarse a nosotros y que se instale comodamente a nuestro lado. No necestimos sentimientos de culpa, ni agredirnos a nosotros mismos cuando algo sale mal. Que las cosas no terminen como a uno le gustaría es una posibilidad que siempre está ahí. En ello va el delicioso  riesgo de vivir...No podemos actuar como niños y ver solamente el lado bueno. Lo bueno y lo malo son caras de una misma moneda que siempre va en nuestro bolso. Si aceptamos lo que nos llega, si somos capaces de ver caminos nuevos donde parecían vías cortadas, nos daremos cuenta de que las oportunidades nunca terminan. Que acabar en una parte significa que otra nos está esperando, que cerrar una puerta es abrir la siguiente y sobre todo, que cuando uno cree estar perdiendo...tal vez sea su mejor triunfo.

lunes, 20 de junio de 2011

Retener y Soltar

La diferenciación entre hombre y mujer es evidente siempre. No somos iguales. !Gracias  a Dios!. Porque es en la diferencia donde se encuentra el complemento. Lo interesante consiste en conocer esas diferencias, comprenderlas, asumirlas y actuar en consecuencia. Entonces no convertiremos al otro en adversario necesitando pelear continuamente con él para demostrar quien tiene razón o quien ha de imponer la suya.
Si analizamos el comportamiento que ambos sexos tenemos ante la vida observamos inmediatamente que éste responde a patrones de conducta muy diversos y a esquemas mentales diferentes. La mujeres estamos empecinadas en retenerlo todo. Guardamos recuerdos de cualquier sitio, lugar o fecha. Encerramos en nuestro interior lo que no nos gusta del otro para soltárselo todo junto cuando estallamos de tanto reterner. Retenemos también biologicamente. Albergamos al bebé en nuestro seno, retenemos líquidos, grasa y hasta el óvulo que espera ser fecundado para conevrtir su liberación con algo semejante a la enfermedad, a "estar mala", a tener "esos días" que parecen tildarnos de débiles e insufribles. Retenemos la rabia, el enfado y los celos. Guardamos todo por si nos sirve en otra ocasión, sin darnos cuenta que llenamos el armario de lo que ya no vale, ocupando el espacio de lo que debería llegar. Los hombres, sin embargo, están acostumbrados a soltar. Desde su propia funcionalidad masculina en el ámbito sexual, hasta la agresividad con la que lanzan improperios en un enfado; quedándose así libres y limpios de lo que les llena, liberándose de lo que en nosotras, nos enferma.
Posiblemente, ambos debamos aprender del otro. Nosotras a soltar lo que no hace falta para poder acercarnos a ellos con una mente abierta, libre y vacía de estereotipos. Ellos deben aprender a  retener sobre todo los afectos y  la raigambre a lo propio. Ningún intercambio pedagógico puede ser más eficaz para la convivencia mutua y como no, para el equilibrio de la familia que hemos creado,que en el fondo es la base de la sociedad del mañana. 
Excelente lectura, en este sentido, es el libro de Pilar Sordo "Viva la diferencia". Pueden entenderse desde él muchos de los comportamientos limitantes de ambos sexos.