Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 30 de marzo de 2018

MENSAJES ATEMPORALES



Hay pensamientos atemporales, cuyo mensaje no pasa nunca porque nunca está completamente conseguido. Os dejo hoy estas breves reflexiones del Dalai Lama para que acompañen nuestro deseo de ser cada día más felices en nuestro empeño perpetuo de mejorarnos siempre.





1.   Ten en cuenta que el gran amor y los grandes logros requieren grandes riesgos.

2.   Cuando pierdes, no pierdes la lección.


3.   Sigue las tres R:

- Respeto a tí mismo
- Respeto para los otros
- Responsabilidad sobre todas tus acciones

4.   Recuerda que no conseguir lo que quieres, a veces significa un maravilloso golpe de suerte.

5.   Aprende las reglas, así sabrás cómo romperlas apropiadamente.


6.   No permitas que una pequeña disputa destroce una GRAN AMISTAD.

7.   Cuando creas que has cometido un error, haz algo inmediatamente para corregirlo.


8.   Ocupa algo de tiempo cada día en estar solo.

9.   Abre tus brazos al cambio, pero no te olvides de tus valores.


10. Recuerda que a veces el silencio es la mejor respuesta.
11. Vive una buena y honorable vida, así cuando seas mayor y mires atrás podrás disfrutarla por segunda vez.

12. Una atmósfera amorosa en tu casa es el cimiento para tu vida.

13. En discusiones con alguien querido ocúpate solo de la situación actual, no saques a relucir el pasado.

14. Comparte tu conocimiento, es una manera de conseguir la inmortalidad.

15. Sé considerado con la Tierra.

16. Una vez al año ve a algún lugar en el que nunca hayas estado antes.

17. Recuerda que la mejor relación es aquella en la que el amor por cada uno excede la necesidad por el otro.

18. Juzga tu éxito según lo que has sacrificado para conseguirlo.

19. Acércate al amor y a la cocina con osada entrega.


lunes, 26 de marzo de 2018

EL ARTE DE SABER ESCUCHAR


Cada vez estoy más convencida de que en vez de reaccionar compulsivamente ante lo que nos molesta, sería conveniente expresar lo que nos sucede e indicar lo que necesitamos. Si el otro logra comprendernos será más fácil evitar el enfrentamiento o si entramos en él, hacerlo de forma suave y compasiva.






A veces, con que nos escuchen es suficiente. Otras lo es con saber escuchar, que es la tarea menos ejercitada y la más difícil para nosotros. 

Cuando alguien nos cuenta algo que le preocupa o que le ha sucedido, lo primero que hacemos es no dejarle terminar. Nos abalanzamos sobre sus palabras para sobreponer las nuestras. Su conversación es un “pretexto” para nuestro monólogo en el que cuantificamos el contenido de lo que hemos escuchado y siempre salimos ganando. Si la persona tiene un dolor en un brazo, nosotros tenemos en el brazo y en la pierna; si se le han operado de varices, a nosotros dos veces.

Saber escuchar se convierte en un arte muy necesario, no sólo porque le ofrecemos al otro la apertura de nuestro corazón como recipiente amable donde poder depositar sus penas, angustias o frustraciones, sino porque a través de ello nos abrimos a la intimidad que nos comparte y podemos ayudarle aunque solamente sea enviándole nuestro buenos deseos de resolución.

Tener a alguien junto a ti para que escuche las palabras que te liberan es un acto compasivo de plena bondad.

Veamos este breve relato:

-Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor; solicito permiso para ir a buscarlo- dijo un soldado a su teniente.

-Permiso denegado-replicó el oficial.- No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente haya muerto.

El soldado, haciendo caso omiso de la prohibición, salió y una hora más tarde regresó mortalmente herido transportando el cadáver de su enemigo.
El oficial estaba furioso.

-¡ Ya le dije yo que había muerto!.! Ahora perderé a dos hombres!. 
Dígame, ¿valía la pena ir allá para traer un cadáver?

Y el soldado, moribundo, respondió.

-¡ Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme:

“ESTABA SEGURO QUE VENDRÍAS”

(Autor desconocido)