Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 28 de octubre de 2016

MANEJAR LAS PROVOCACIONES AJENAS



Es difícil, sin duda. Cuando nos provocan suele ser porque lo que nos dicen o nos hacen, toca el punto sensible, la debilidad no resuelta, la fisura que se abre entre las fortalezas.

Se habla de que en realidad lo que nos provoca es aquello que no queremos reconocer en nosotros mismos y vemos en los demás. Lo criticamos porque nos duele y nos duele porque está dentro.

Mantener la calma en la tempestad es muy complicado. Se trata de formar el carácter, de madurez o de comprensión. A veces, incluso va de compasión por los demás o por uno mismo.

Veamos como pasar de puntillas por las provocaciones y salir fortalecidos.

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…”Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes.

A pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario.

Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba que el adversario hiciera su primer movimiento, y, gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante.

El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una batalla.
Conociendo la reputación del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama.

Los estudiantes de zen que se encontraban presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío.
Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar al viejo:

Arrojó algunas piedras en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros.

Durante varias horas hizo todo lo posible para sacarlo de sus casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.

Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:

-¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha, en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?

El viejo samurai repuso:

-Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?
-Por supuesto, a quien intentó entregarlo -respondió uno de los discípulos.

-Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos añadió el maestro-. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.”

jueves, 27 de octubre de 2016

NO ENTIENDO NADA...



A veces no entiendo nada, ni de tus sentimientos ni de los míos, ni de los suyos.


No entiendo el mundo de las envidias, ni de los comentarios gratuitos, ni de las críticas silenciadas.


No entiendo la estupidez consciente, ni la pijería deliberada.


No entiendo las malas caras, los enojos inesperados, las riñas ejemplificantes. Ni entiendo las ausencias  calladas, ni las sorpresas de última hora en las que tú eres la única persona que no sabes nada.


No entiendo tampoco que al comenzar el día ya estés empeñado en aguar la fiesta, ni en hacer negro lo blanco, ni en protestar siempre sin encontrar motivo que te apoye con el mazo dando.


No entiendo las lágrimas al sol sin que llegue una brisa fresca que te calme, ni entiendo los sueños que me pintas sin noche en las que poder colgarlos.


No entiendo tu gesto amargo en lo dulce del caramelo al chuparlo, ni aquella quimera que repites trayendo al presente tu pasado.


No entiendo la justicia que se viste de uniforme, ni la ley que se guarda en un armario. Ni entiendo las normas que de la nada se han creado.


Por eso me siento libre en mi espíritu encarcelado y contigo a mi lado, un alma risueña que no espera nada cuando todo lo está dando.

martes, 25 de octubre de 2016

CÓMO SUPERAR NUESTRO TALÓN DE AQUILES



Siempre se está aprendiendo. Quien se considere sabio es un necio. 

No entiendo la prepotencia, en nada. Nadie es más que nadie, ni por tener esto o aquello sobrepasa a los demás.

En realidad, lo único que para mí es importante y hace singulares a las personas es su bondad, su paciencia, su compasión y su capacidad de amar.

Se aprende de muchas maneras. La vida te enseña quieras o no. Y en caso de empeñarte en no aprender te hará repetir la lección.

Cada uno tenemos un ámbito en el que mostramos debilidad; nuestro talón de Aquiles, ese punto en el cual resbalamos sin remedio. Ahí hay que centrar la atención y poner voluntad. 

Conocerlo es ya ponernos en el camino de la superación. Eso sí, al igual que el protagonista de esta historia, necesitamos también compasión por nosotros mismos hasta lograrlo.

Veamos.
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Un joven, preso de la amargura, acudió a un monasterio en Japón y le expuso a un anciano maestro:

—Querría alcanzar la iluminación, pero soy incapaz de soportar los años de retiro y meditación. ¿Existe un camino rápido para alguien como yo?.

—¿Te has concentrado a fondo en algo durante tu vida? —preguntó el monje.

—Sólo en el ajedrez, pues mi familia es rica y nunca trabajé de verdad.

El maestro llamó entonces a otro monje. Trajeron un tablero de ajedrez y una espada afilada que brillaba al sol.

—Ahora vas a jugar una partida muy especial de ajedrez. Si pierdes, te cortaré la cabeza con esta espada; y si ganas se la cortaré a tu adversario.

Empezó la partida. El joven sentía las gotas de sudor recorrer su espalda, pues estaba jugando la partida de su vida. El tablero se convirtió en el mundo entero. Se identificó con él y formó parte de él. Empezó perdiendo, pero su adversario cometió un desliz. Aprovechó la ocasión para lanzar un fuerte ataque, que cambió su suerte. Entonces miró de reojo al monje. Vio su rostro inteligente y sincero, marcado por años de esfuerzo. Evocó su propia vida, ociosa y banal...

Y de repente se sintió tocado por la piedad. Así que cometió un error voluntario y luego otro... Iba a perder. Viéndolo, el maestro arrojó el tablero al suelo y las piezas se mezclaron.

—No hay vencedor ni vencido —dijo—, No caerá ninguna cabeza.

Se volvió hacia el joven y añadió:
—Dos cosas son necesarias: la concentración y la piedad. Hoy has aprendido las dos.


lunes, 24 de octubre de 2016

CAMBIA TU ATENCIÓN Y EVITA EL SUFRIMIENTO

Nos aferramos a las cosas, a la gente, a las casas, al coche, a aquella chaqueta que nos queda tan bien hoy, al tiquet del cine de aquella película en la que fuiste en su compañía…y a ¡tantas cosas!.
No queremos sufrir. Huimos del sufrimiento siempre y, sin embargo, estamos propiciándolo a cada instante. Lo llamamos nada más que usamos el apego; y lo usamos mucho.

Nos han enseñado a retener, a mantener una estructura fija en la que existan los menores cambios posibles. A conservar rutinas, a estar aburridos con lo que en realidad nos da seguridad; pero lo seguro es una ilusión. Todo cambia. 

Nosotros estamos cambiando desde que nacemos. Todo se mueve siempre en un reajuste perpetuo en el cual pretender que las cosas sigan igual no tiene sentido.

Cuanto menos apegados estemos menos sufrimiento experimentaremos. Se dice fácil. Es muy difícil.

No quisiéramos que nada cambiase. Tenemos la percepción de que si las cosas cambian va a ser todo peor. Nos parece que estamos en un punto en el que sin estar genial, no estamos mal. Y retenemos y sujetamos. Sentimientos, personas, cosas, lugares…todo lo quisiéramos tener plasmado como en una foto. 

Ahí fijo e inanimado. Pero la vida es ánima, alma, movimiento, recorrido, carrera y trayecto. Y en ello nunca puede haber quietud.
Si lográsemos distanciarnos de las situaciones podríamos observarlas. Observar significa establecer un espacio entre lo que observo y yo mismo. Una dimensión en la que puedo abrirme a mirar de nuevo con otros ojos y a poder decidir; si hablo, si opto por el silencio, si me retiro o si intervengo.

A veces, la mayoría, nos falta distancia y nos falta fijar la atención.

Si nuestra atención está todo el tiempo sobre algo en concreto le damos vida y le colocamos en un lugar preferente que nos ocupará por completo. Si la desviamos hacia otro lado, lo que nos preocupa, lo que nos inquieta o lo que nos entristece dejará de estar en nuestro punto de mira y se perderá en el ángulo de visión.

Posiblemente, la clave sea esa. Elegir bien dónde colocamos nuestra atención. Y ésta debe estar en lo movible, el lo que cambia, en la vida real que es el presente. El pasado es estático y el futuro no es más que un presente continuo.

Si algo te molesta, te obsesiona o te preocupa…dale espacio, déjalo fuera de tu perspectiva, coloca la atención en otro lado y verás los resultados.