Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 2 de febrero de 2013

ESPACIOS PARA VOLVER A LA CALMA

Hay que buscar espacios, lugares y gentes que nos lleven a la calma. Hay que rodearse de seres de paz. Es preciso tener cerca personas que nos ayuden a serenarnos con su sonrisa, con su mirada, con el leve roce de su mano en la nuestra. Buscar cualquier cosa que mejore y renueve nuestro deseo de serenarnos.
Esta búsqueda es sencilla porque más que rastrear dónde se encuentra, lo que de verdad nos sosiega, lo que hay que hacer es estar atentos a lo que sucede por dentro cuando nos encontramos con un lugar que nos invite a estar en paz, una persona que nos dirija hacia el bienestar o cualquier libro, sintonía, paisaje o situación que nos haga sentir bien.
Nos estamos acostumbrando a estar mal. A tener prisa, al ceño fruncido y al malestar constante ante todo. El entorno social no ayuda y tampoco la comprensión que nos regalamos unos a otros, que suele ser muy escasa. Estamos dispuestos siempre para la pelea. En guardia constante y con las espada en alto por si es necesario cortar los primeros.
Así no podemos ser felices. Sobre todo, cuando damos más importancia a lo que hay fuera que a lo que grita dentro.
Llenar el corazón de calma, no es fácil. Por eso necesitamos buscar un lugar que nos agrade y disponernos con todo aquello que nos lleve a un estado de plenitud en la sencillez. Sólo de esa forma estaremos dispuestos para conectar con esa voz interior que todos tenemos y que cada vez está más callada.
Hay personas tóxicas, que sólo su presencia parece que daña la nuestra. Seres con los que no hay ninguna sintonía nada más conocerles. Gente a la que nunca vas a acercarte. Por el contrario, otros serán tu guía. Una especie de luz serena en el universo de tu alma que parezca acariciar siempre tus momentos de pena, de confusión, de desconcierto y de amargura.
Eso es lo que hay que cuidar por encima de todo. Aquel ser que nos mejora sólo con estar cerca, el lugar que se convierte en sagrado con nuestra presencia o ese momento indescriptible en el que sentimos de verdad, que lo que nos constituye no pertenece a este mundo.
Recurrir a estos instantes o tener cerca a estas personas es, seguramente, el mejor camino para llenarnos de paz.
Si todo esto no existe en nuestro entorno, es urgente que los busquemos más allá y si no, de cualquier modo, no tendremos más remedio que inventarlo.

viernes, 1 de febrero de 2013

LA AYUDA DE LAS LÁGRIMAS

Las lágrimas siempre ayudan. Creemos que es, de alguna forma, malo llorar porque lleva anexo un componente de tristeza, de rabia o de impotencia que nos indica que detrás de ellas hay dolor.  Sin embargo, ellas son el fluir de la pena, la sacan al exterior y la dejan correr.
Siempre he sido partidaria de llorar si se necesita. Hay que permitir la tristeza. Resistirse a ella equivale a enquistarla. A dejarla guardada en un rincón del alma desde el que siempre nos llama. Es necesario abrir la puerta y dejarla libre por si quieres salir antes de que la despidamos.
A veces, uno se pregunta cómo puede el corazón con tanto dolor. Pero es entonces cuando las lágrimas están ahí, dispuestas a ayudarnos y seguras de poder hacerlo.
Hay unos prejuicios inmensos contra las lágrimas. A los hombres se les enseña que no hay que llorar porque entonces demostrarían la debilidad que se asocia a las mujeres. En ese momento, cuando este mensaje se asume se castra la emoción masculina y su expresividad.
Ser fuerte equivale a no llorar. Qué estúpida receta. A base de reprimir la explosión de sensaciones que queman por dentro, muchos hombres se convierten en espectros colgados de los arquetipos sociales, siempre a punto de estallar pero contenidos hasta límites insospechados para evitar la opinión ajena sobre su conducta.
Si se trata de mujeres, las lágrimas están mejor aceptadas porque de alguna forma, con ellas, se justifica su debilidad, su frágil y quebrantado carácter y esa falta de entereza que absurdamente se nos ha asignado desde siempre. Eso en el mejor de los casos, cuando la pena está suficientemente, justificada. En otros, las lágrimas pueden enmarcarnos en una sensiblería interesada en algún objetivo inconfesable.
Pero lo cierto es que las lágrimas son de todos y para todos y que cumplen la misma misión, en cualquier caso.
Cuando alguien llora a mi me parece fuerte. Creo que tiene la suficiente valentía para reconocer que algo le ahoga por dentro, que algo ha tocado y hasta hundido su corazón y que sin duda, necesita una caricia en el alma para que las lágrimas tengan un sabor más dulce.
Ellas son las que nos hacen humanos. El resto, sobra.

jueves, 31 de enero de 2013

EL MUNDO NECESITA VERTE BRILLAR



 Todos brillamos, pero la mayoría no lo sabemos y nunca lo haremos si no creemos que es así. 

Nuestro brillo alumbra a otros, como nosotros nos iluminamos con la luz del resto. 
Basta creer que lo hacemos sin tener que esforzarnos. Es algo natural que lleva nuestra alma consigo.

Atrevámonos a creer que es así y brillemos con fuerza.
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Cuenta la leyenda que, una vez, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Esta huía rápido, con miedo a la feroz depredadora, y la serpiente no pensaba desistir.




 La luciérnaga finalmente paró y exclamó ante la serpiente:



-¿Puedo hacerte tres preguntas?

-No acostumbro dar éste último deseo a nadie pero como te voy a devorar, puedes preguntar...

-¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?

-No

-¿Yo te hice algún mal?

-No

-Entonces... ¿Por qué quieres acabar conmigo?

-Porque no soporto verte brillar...


Uno de los grandes frenos mentales que crea dudas, miedos y toda clase de conflictos en quien emprende, es el miedo a brillar. "¿Qué dirán los demás?, ¿cómo me verán?, ¿causaré envidia?, ¿me seguirán queriendo mis amigos?"


Sin duda, la necesidad de aceptación es uno de los grandes motores del conformismo. Con tal de no sobresalir opacamos nuestra luz para que los demás no se sientan mal, para ser "normal", para ser como los demás.
Dice Marianne Williamson:


“Nuestro mayor miedo no es ser inadecuados. Nuestro mayor miedo es ser poderoso por encima de toda medida. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, la que más nos atemoriza.


Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, hermoso, talentoso y fabuloso? En realidad, ¿quién eres para no serlo?


Eres un hijo de Dios, tu juego de escasez no sirve al mundo. No hay nada glorioso en encogerte para que otros no se sientan inseguros alrededor de ti.


Todos estamos destinados a brillar, como hacen los niños.
Y al dejar que nuestra luz brille, inconscientemente damos a otros el permiso para hacer lo mismo. Al ser liberados de nuestros propios miedos, nuestra presencia libera automáticamente a otros.”


Brillar, crear, ser felices, expresar nuestros sueños es el estado natural del ser humano. Pero todo parece que si tienes una vida feliz, alegre, entonces te conviertes en un enemigo que los demás aborrecen. Sería mejor en ciertos círculos que cuentes de lo mal que te va, de la enfermedad que te aqueja, etc. En estos círculos de las quejas es preferible hablar de la infinidad de problemas y de lo mal que está el mundo.


Ante esto, preferimos no brillar, no tomar acción para salirnos de la norma. Y ojo: no se trata de sobresalir por sobresalir. Hablamos de dejar de lado los proyectos, los sueños, por el miedo al ridículo, al qué dirán los demás. Pero, hagas o no hagas, los demás van a hablar de ti. Por eso más vale ser congruente con uno mismo, con los principios y los proyectos personales, en lugar de hacer las cosas para dar gusto a los demás.


Es preciso pensar si al día de hoy estamos viviendo para satisfacer a los demás o si eres, haces y tienes lo que tienes por convicción propia, por principio, no por lo que los demás vayan a pensar.


Al recordar la fábula de la serpiente y la luciérnaga, hay que entender que por desgracia no todas las personas apoyan los sueños de los demás, porque tu luz les resulta muy brillante... sigue brillando. Que la aprobación de los demás no sea tu razón principal. Independientemente de todo, el mundo necesita verte brillar..



Víctor del Rosal Ahumada


miércoles, 30 de enero de 2013

LAS LECCIONES DE CADA UNO

         Hemos oído muchas veces que la vida es una escuela y que quién no aprende las lecciones que nos tiene preparadas, repite curso. Pero en realidad es un curso muy especial el que pasamos aquí. No es igual para todos, ni en él las materias son las mismas, aunque compartamos pupitre. Tampoco tiene idéntica dificultad lo que ahí se pide a cada alumno, ni los exámenes tienen nada que ver de uno a otro.
         La vida es una escuela particular. Se trata de aprender, sin duda. De mejorar y de superar lo que hay en cada cual. Pero sobre todo consiste en asimilar que la asignatura más importante que nos queda pendiente, en el grado que sea, es la del amor.
         Todo se reduce a amar y saber hacerlo. En realidad, todas las religiones, filosofías y formas de pensamiento que se dirijan a bucear el alma, terminan con una sola palabra como conclusión: AMOR.
         Cada cual tenemos unas lecciones que aprender en el amor, en todas y cada una de sus formas y en cada grado en el que se presenta.
 Del amor, su presencia, su ausencia, del vacío o de la plenitud es de lo que venimos a hablar en esta escuela terrenal. Porque en definitiva todo confluye en manifestaciones diversas de esta forma de relacionarnos con los demás.
         Cuando llegamos aquí, traemos un grado de amor en el alma que deberíamos mejorar, ampliar, superar y desplegar. Posiblemente, ninguno de nosotros coincidamos en el bagaje de amor que conforma nuestro corazón. Por eso, no lo vivimos de la misma manera, ni lo gozamos o lo sufrimos igual.
         Las personas que llegan a nuestra vida llegan con un examen de amor debajo del brazo para nosotros. Algunas veces pasamos la prueba, otras ni siquiera llegamos a escribir nada. Lo peor es que la vida insiste en los exámenes y nos hace repetir una y otra vez experiencias en las que seguimos fallándonos a nosotros mismos. Y aún somos capaces de sorprendernos no encontrando explicación al por qué nos suceden siempre desastres semejantes o para qué nos embarcamos en aventuras similares de las que más de una vez hemos salido maltrechos. Sí así es, no hay otra explicación nada más que el no haber aprendido a superar esa etapa, ese escalón más en nuestra evolución personal.
         No hay otro modo de aprender más que ejercitándose en lo que fallamos. Por eso, una y otra vez la vida nos pondrá a prueba. A nadie le gustaría que su vida hubiese sido perdida a base de no querer presentarse a las convocatorias previstas.
Será mejor que vayamos aprendiendo con rapidez si no queremos repetir, al final, y quedarnos en el mismo punto.
         Aceptar los errores, perdonar y perdonarnos y llevar el amor como bandera será la mejor forma de ir aprobando cada reto hecho y buscado exclusivamente para nosotros y a nuestra medida.
         Todos los días podemos ensayar. Todos los días debemos hacerlo en la seguridad de que en realidad aprobaremos sobradamente y cada vez con mejor nota.

martes, 29 de enero de 2013

¿...Y SI ERES UN ÁNGEL PARA OTRA PERSONA?



En ocasiones, uno piensa que no es importante para otros; tal vez porque demostramos poco y mal los afectos, lo que no quiere decir que no los sintamos.
A veces, podemos llegar a pensar que nadie nos quiere verdaderamente o que muy pocas personas lo hacen. Sin embargo, nos equivocamos porque puede que seamos importantes para personas anónimas, gente que tal vez nos encontremos todos los días, conocidos y amigos para los que lo signifiquemos bastante o incluso, todo.
Sería importante saberlo, pero aun si no se sabe siempre hay que estar convencidos de que alguien te admira, desde su pequeña o gran posición, desde su almena o su atalaya, desde su calabozo o su desierto. Por eso, debemos seguir esforzándonos en ser amables, en sonreír o en mirar con dulzura porque tal vez esa persona esté delante sin saberlo nosotros.
En este cuento queda reflejada, de alguna forma, esta situación.



“Había una vez una niñita sentada en un parque. Todos pasaban por su
lado y nunca nadie se detenía a preguntarle que le ocurría. Vestida
con un traje descolorido, zapatos rotos y sucios, la pequeña niña se
quedaba sentada mirando a todo el mundo pasar. Ella nunca trato de
hablar, no dijo una sola palabra. Muchas personas pasaron pero nadie
se detuvo.

Al día siguiente yo decidí volver al parque a ver si la pequeña niña
estaba ahí. Sí, ¡ahí estaba!, en el mismo lugar en el que estaba
ayer. Con la misma mirada de tristeza en sus ojos.

Me dirigí hacia ella. Al acercarme noté que en su espalda había una
joroba. Ella me miró con una tristeza tan profunda que me rompió el
alma. Me senté a su lado y sonriendo le dije: "hola" . La pequeña me
miró sorprendida y con una voz muy baja respondió a mi saludo.
Hablamos hasta que los últimos rayos de sol desaparecieron. Cuando
sólo quedábamos nosotros dos y todo era oscuridad alrededor, le
pregunté por qué estaba tan triste.

La pequeña me miro y con lágrimas en sus ojos me dijo: "porque soy
diferente" .
Yo le respondí con una sonrisa: "lo eres".
Y ella dijo aun más triste: "lo sé".
Le contesté: "pequeña, ser diferente no es malo. Tú me recuerdas a
un ángel dulce e inocente" .
Ella me miró... se sonrió y por primera vez sus ojos brillaron con
la luz de la alegría.
Despacio se levanto y me dijo: "¿es cierto lo que acabas de decir?"
Le respondí: "eres como un pequeño ángel guardián enviado para
proteger a todos los que caminan por aquí"
Ella movió su cabeza afirmativamente y sonrió.

Ante mis ojos algo maravilloso ocurrió. Su joroba se abrió y dos
hermosas alas salieron de allí. Me miró sonriente y me dijo: "yo soy
tu ángel guardián" . Yo no sabía qué decir.
La niña me dijo: "por primera vez pensaste en alguien más. Mi
misión está cumplida" .

Me levanté y le pregunté por qué nadie le había ayudado.
Ella me miró y sonriendo me dijo: "tú eras la única persona que
podía verme".
¡Y ante mis ojos desapareció!.

Como la historia nos enseña... ¡todos necesitamos a alguien!.
Cada una de las personas que ames, sean cercanas o no, las que verdaderamente estén en tu corazón… es, a su manera, un ángel; el nuestro.

lunes, 28 de enero de 2013

EL CÓDIGO DEL CORAZÓN

El Corazón habla de otra forma. Siente, calibra, reconoce, estima, extraña, reacciona y convence en un lenguaje que no es el que usa el cerebro. Por eso cuando tenemos que actuar o responder ante aquello que nos exige una postura, él va por otro camino. Elige otro rumbo y se expresa de otra forma.
         Posiblemente, si evaluamos determinadas reacciones que a veces tenemos, no encajen en nuestro diseño de persona; el que hemos elaborado durante tanto tiempo.
Tal vez nos sorprendamos dando palos de ciego a todo lo que va más allá de la cordura y por un momento nos volvamos tan locos e insensatos que nada nos importe más que el objeto de nuestra locura.
         El corazón es un niño siempre. No pierde la inocencia. Cree en todo. Se emociona con cualquier cosa y se esponja con la mínima caricia que le roce. No quiere crecer porque cuando uno crece comienza a darse cuenta del dolor que le puede venir encima. Siendo niños las molestias mayores proceden de los rasguños de las rodillas y ningún caos de alrededor puede con la fantasía y los sueños. Ahí, en ese punto se queda el corazón.
         Volver a ser niños equivale a entender su lenguaje. A comprender por qué se emociona con tan poco o de qué forma reacciona ante la ternura.
         Hay personas que tienen miedo a sentir con el corazón. Gente llena de temor a la debilidad. Hombres y mujeres que intentan olvidar que palpita en su pecho para no tener que seguir sus dictados.
         Nunca seguir al corazón puede ir en contra de nosotros. Nunca llorar puede restarnos nada. Nunca sufrir puede suponer un antídoto contra la sensibilidad. Porque solamente cuando se vive desde y para el corazón se puede perdonar, comprender, amar y volver a resurgir de las cenizas. Solamente, cuando el corazón gobierna nuestra casa, ésta se convierte en hogar de leños en la chimenea y sopa caliente en la mesa. De dulce olor a pan y de sábanas impregnadas con el aroma  de la esperanza puesta en cada día que nace.
         No es práctico seguir al corazón. No es rentable tal vez. No cotiza en bolsa, ni nos deja dividendos. Incluso si lo hacemos podemos ganarnos algún que otro calificativo poco agradable…pero en definitiva ¿qué importa todo eso cuando lo que gozamos tan dentro no puede compararse con nada?.
         No dejo de pensar que seguir los impulsos del corazón es un auténtico privilegio que no está al alcance de todos, siendo sin embargo lo único a lo que todos podemos aspirar.

domingo, 27 de enero de 2013

DENTRO DE UNO MISMO

Dentro de uno mismo sucede todo. Sucede el universo, el mundo y el día a día en el que habitamos. Dentro de uno mismo no hay hueco para la mentira ni el engaño. Sin que se lo digamos a nadie, sabemos lo que de verdad queremos, por qué luchamos, cuáles son nuestros sueños y hasta por qué hacemos o dejamos de hacer las cosas.
A veces tratamos de engañar a la conciencia y justificamos acciones, comportamientos o decisiones como si se tratase de necesidades absolutas ante las que no hemos tenido otras opciones. Pero en realidad, caminos diversos siempre los hay. Uno nunca quiere equivocarse y vamos navegando entre los problemas, las circunstancias y los avatares con las antenas bien extendidas para no chocar contra nada ni nadie. Sin embargo eso  no es posible.
Tratamos de no hacer daño a los demás y a veces se lo hacemos aun sin pretenderlo. Procuramos no sufrir nosotros mismos pero tampoco nos lo garantiza ninguna de las decisiones que vamos tomando a cada paso.
En el interior de cada cual hay un excelente radar que hay que activar. Una antena parabólica capaz de alcanzar mucho radio a nuestro alrededor y traspasar la superficie de las cosas y su brillo externo. Pocas veces lo descubrimos y seguimos dando palos de ciego equivocándonos continuamente. Lo peor es que no aprendemos y la vida se encarga de hacernos repetir curso cada vez que no asumimos las lecciones que nos va dando.
Algo queda en la conciencia cada vez que lo que nos sucede nos duele o cuando aquello que pasa por nuestra vida nos devuelve la alegría, la ilusión y las ganas de seguir. Algo queda cuando engañamos a otros, cuando mentimos y cuando enmascaramos las situaciones en nuestro beneficio; pero por desgracia, los más engañados somos nosotros mismos al final del camino.
Si actuamos bien o mal no sólo lo saben los demás, lo sabemos también nosotros  más allá de lo que parezca, y ese es nuestro drama. El que nos hace sentir más miserables que todo, el que nos sumerge en el silencio profundo de no poder descubrirnos ante nadie.  

DOMINGOS LITERARIOS

TÚ EN EL CENTRO DE MI CALMA
Hoy quiero estar en el centro de mi calma…y abrazar allí la serena sensación de estar bien conmigo…
Hoy quiero bajarme de la prisa y del ruido. De las idas y venidas, del insomnio de la noche, de la sed de madrugada y de los pensamientos sin sentido…
Hoy quiero ser yo misma, con vestido y sin vestido. Cuando lloro y cuando río. Quiero beberme de golpe la serenidad del universo, la templanza del amanecer y el pausado transcurrir de un río…
Hoy quiero caminar lenta, parar el tiempo y dejar el reloj en el olvido…quiero entrar despacio en los rincones del corazón y en sus latidos…para encontrar en ellos,
 el ritmo perdido…
Hoy quiero levantar las persianas y darme cuenta de que he dormido. Despertar y ser consciente de que aún vivo…con mis dolores, sin mis quejas, con el ánimo en paz y con la sensación de que soy solamente un punto en el infinito…
Hoy quiero volver a verte para decirte, serena y dulce, lo que tanto te he querido, lo que te quiero cada día, lo que ya sabes sin palabras, lo que  sientes sin sonido…
Hoy, como ayer, quiero estar en silencio, con mis cinco sentidos,
Quiero estar en el centro de mi calma… pero quiero que estés, TÚ, siempre conmigo.