Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 14 de diciembre de 2017

¿QUÉ HACES CON LOS SUEÑOS?



La vida es sueño, nos decía Calderón; y una canción termina la frase…” y los sueños, sueños son”.

         De cualquier forma uno o puede vivir sin sueños porque cuando no existen metas, ni esperanza, ni algo por lo que seguir sintiendo el cosquilleo de levantarte cada mañana para querer seguir con cierta ilusión, todo paree perdido.



         Es posible que vivimos un inmenso sueño de otro, o que seamos un sueño para alguien o que soñemos que los demás lo son para nosotros. Lo que no podemos dejar es que nuestros sueños se conviertan en pesadillas. Que de la noche salten al día y lo invadan todo para instalarnos en una realidad sin fondo.

         Hemos creído que los sueños no tienen fundamento y sobre ellos planea una sombra peyorativa que les invalida cuando parece que queremos demostrar su  verdad.

Un sueño puede ser más real que la vida misma. Está dentro de nosotros; también la realidad está dentro. ¿Quién sabe si lo que de ella vemos lo vemos de igual forma que los demás?¿por qué estamos seguros de que nuestra realidad es compartida por los que tenemos al lado?. 

Posiblemente, cada uno viva la suya, como los sueños y, de algún modo, en ese punto se igualan.

         En el fondo, por mucha veracidad que quitemos a los sueños a todos nos gusta soñar, dormidos o despiertos. 

         Mi hijo cuando era muy pequeño me dijo un día: …” mamá, morir es dormir pero sin soñar”. Me quedé impresionada y desfondada.
No quiero una muerte sin sueños. No quiero una vida sin ellos. No quiero desfondar la vida, ni vaciar la muerte.

Todos deberíamos tener nuestro sueño, porque si está en nosotros ya es real.

Muchas veces, el verdadero goce está en lo onírico porque eso que llamamos realidad nunca sería tan perfecto. 

De ello, nos podría hablar largo y tendido nuestro querido Don  Quijote de la Mancha enamorado de su Dulcinea con el mayor ímpetu conocido. 

Nunca quiso conocer lo que llamamos verdad. Nunca fue para él Aldonza Lorenzo. Ésta no existía en su mundo. Creo otra. La que él quiso y amó. La que nunca dejó de ajustarse a sus expectativas de vida. Y por ella, por ese sueño, fue capaz de ser lo que siempre quiso ser.

Busca un sueño si no lo tienes. 

Hazlo tuyo. 

Atrápalo.

 Llévalo contigo. 

Llega lejos.

martes, 12 de diciembre de 2017

ENTRE TU MIRADA Y LA MÍA



Entre tu orilla y la mía

 hay un universo,

De risas y rimas,

De aplausos y besos.

Entre un lado y el otro,

Un abismo de tiempo

Que salta y juega

Al son de tu cancionero.



Entre tus ojos y mi vida

Un árbol naciendo

Para dar la sombra

 que cobije nuestro cuerpo.

Entre tu puerta y la mía

Un suspiro y un me muero.

Por verte a mi lado niño,

Desde la mañana

Hasta el último minuto cierto.

Entre tu frente y la mía

Un sinfín de pensamientos

Que vagan desde lo posible

A lo efímero y traicionero

Y en la cuchara de la sopa,

En el mantel y en el puchero

En todo te veo siempre

Con tu sonrisa franca

Y tu insólito miedo.

Duerme tranquilo al son

De la nana de un “te quiero”

Que amar no es pecado,

Si con el amor no hay enredo.

Y no enreda la brisa suave

Ni el viejo cierzo,

 ni el propio viento,

Que enredan las malas lenguas,

Y lo retorcido del pensamiento.

Entre tus lágrimas y las mías

Entre esa mirada y mi miedo

Hay un mundo entero de silencios.

Niño hecho de suaves anhelos

Cántame esa nana del “te quiero”.


domingo, 10 de diciembre de 2017

DESDE ESTE PUNTO DE LA EDAD




Uno siempre se cree joven. Se siente así porque el tiempo va pasando pero tú eres el mismo dentro de ti, con otras experiencias, con adaptaciones a las circunstancias,  con problemas superados y fracasos no asumidos; con más edad y la misma alma.

          Si miramos atrás, muy pronto nos encontramos opinando sobre las generaciones que nos preceden. Incluso siendo jóvenes se escuchan comentarios con respecto a los niños adolescentes que llegan detrás.


Es como si la vida solamente corriese con nosotros. Nuestra percepción del mundo nos  sigue como una sombra.  Para el tiempo nuestro seguimos estando bien, pensando correctamente y actuando dentro de nuestros parámetros con acierto. Luego, nos vamos dando cuenta que desde nuestro punto de edad se sitúa también nuestro punto de mira.

Cada día mejor, entendemos que la edad y sus consecuencias dependen, en gran medida, de nuestra forma de enfocarnos en el mundo, de dónde ponemos nuestra atención y de la manera en que vivimos en un presente activo dejando congelado el pasado en lo inamovible de su presencia.

Estamos en la cultura del “cuidado” y es que hemos llegado a la conclusión de que ese cuidado que se buscaba antes en una pareja, en un familiar o en una amistad, hoy es nuestra responsabilidad.

El sufrimiento está en las expectativas. En aquello que yo espero del otro y en si lo que me da se ajusta a lo que anhelaba o no. Por eso, lo mejor es hacer un pacto con uno mismo y jurarnos amor eterno.

Cierto es que una de las sensaciones más bonitas que podemos experimentar es precisamente la ternura de quien nos cuida. Eso mismo nos enlaza al recuerdo de la madre. A su incondicional forma de reiterar esa atención que siempre se centraba en nuestro bienestar.

Ahora, en este punto de la edad que transitamos, sabemos que somos nosotros mismos los que debemos encaminarnos hacia la conquista de lo mejor para cada cual; de aquello que nos de serenidad, que nos aliente a seguir o que encienda una luz en el interior que ilumine nuestra mirada.

Debemos alargar nuestros brazos para abrazarnos cada día ya que tengamos personas amorosas, cercanas o no, si logramos enfocarnos en nuestra felicidad seremos capaces de compartirla.

En cada momento, la edad que tenemos es única y por ello irrepetible; digna de rendirle nuestros mejores halagos con nuestras mejores galas.

Estamos bien.

 Todo está bien.

 Todo en el punto que debe estar. 

Sin duda.