Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 10 de diciembre de 2017

DESDE ESTE PUNTO DE LA EDAD




Uno siempre se cree joven. Se siente así porque el tiempo va pasando pero tú eres el mismo dentro de ti, con otras experiencias, con adaptaciones a las circunstancias,  con problemas superados y fracasos no asumidos; con más edad y la misma alma.

          Si miramos atrás, muy pronto nos encontramos opinando sobre las generaciones que nos preceden. Incluso siendo jóvenes se escuchan comentarios con respecto a los niños adolescentes que llegan detrás.


Es como si la vida solamente corriese con nosotros. Nuestra percepción del mundo nos  sigue como una sombra.  Para el tiempo nuestro seguimos estando bien, pensando correctamente y actuando dentro de nuestros parámetros con acierto. Luego, nos vamos dando cuenta que desde nuestro punto de edad se sitúa también nuestro punto de mira.

Cada día mejor, entendemos que la edad y sus consecuencias dependen, en gran medida, de nuestra forma de enfocarnos en el mundo, de dónde ponemos nuestra atención y de la manera en que vivimos en un presente activo dejando congelado el pasado en lo inamovible de su presencia.

Estamos en la cultura del “cuidado” y es que hemos llegado a la conclusión de que ese cuidado que se buscaba antes en una pareja, en un familiar o en una amistad, hoy es nuestra responsabilidad.

El sufrimiento está en las expectativas. En aquello que yo espero del otro y en si lo que me da se ajusta a lo que anhelaba o no. Por eso, lo mejor es hacer un pacto con uno mismo y jurarnos amor eterno.

Cierto es que una de las sensaciones más bonitas que podemos experimentar es precisamente la ternura de quien nos cuida. Eso mismo nos enlaza al recuerdo de la madre. A su incondicional forma de reiterar esa atención que siempre se centraba en nuestro bienestar.

Ahora, en este punto de la edad que transitamos, sabemos que somos nosotros mismos los que debemos encaminarnos hacia la conquista de lo mejor para cada cual; de aquello que nos de serenidad, que nos aliente a seguir o que encienda una luz en el interior que ilumine nuestra mirada.

Debemos alargar nuestros brazos para abrazarnos cada día ya que tengamos personas amorosas, cercanas o no, si logramos enfocarnos en nuestra felicidad seremos capaces de compartirla.

En cada momento, la edad que tenemos es única y por ello irrepetible; digna de rendirle nuestros mejores halagos con nuestras mejores galas.

Estamos bien.

 Todo está bien.

 Todo en el punto que debe estar. 

Sin duda.

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