Domingo anterior
Efectivamente, el perro estaba herido de bala pero no revestía
una gravedad inmediata. Su padre había regentado una clínica veterinaria en su
país de origen y estaba acostumbrada a ver lesiones y a valorar sus riesgos.
.-No sé cómo te llamas, ni por qué has llegado a mí, pero te
pondrás bien. ¡Todo nos irá bien a los dos! - Mientras decía esto observó que
la pequeña bolsa que se ajustaba a su cuello estaba semiabierta. Separó ambos
lados de ella y a partir de ese momento solamente pudo dar un grito inmenso de
desesperación.
.-¡!! Nooooooooo ¡!!!...
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Domingo 14 de agosto de 2016
La foto de Liu estaba allí en su fondo, arrugada y casi
imperceptible. Le devolvía una imagen que le destrozaba el alma. Arrinconado en
una habitación húmeda y desconchada, atado y drogado. A su lado, el perro que
ahora sostenía en sus manos, acurrucado en su cuerpo, recostaba su hocico sobre
su espalda.
Aquello era un mensaje que irremediablemente aflojó sus piernas
para dejarse caer en uno de los bancos con el animal en brazos. Volvió a mirar
la foto. En su dorso, una palabra que no entendió le dio la pista de quienes
estaban detrás del rapto: Kalenka.
Sin duda, un grupo perteneciente a la mafia rusa estaba detrás de la operación. Tenía que
actuar rápidamente. El perro no dejaba de sangrar. Tal vez su hijo estaría
sufriendo lo mismo. No podía sostenerse con ese pensamiento rondándola la
mente. Echó su cabeza hacia atrás cerrando sus ojos en señal de evasión. Le
hubiese gustado desaparecer. Solamente el sonido de las ruedas frenadas con
rapidez contra el asfalto le sacó de su impotencia.
Abrió los ojos y ante sí, a pocos pasos del banco en el que estaba
sentada, un coche negro abrió su puerta trasera. Era para ella. No tenía otra
posibilidad. Estaba perdida.
Owen acababa de decidir sobre el fin de la truculenta historia que
desde hacía tantos años le perseguía.
Había llamado a su amigo el inspector de policía que durante mucho
tiempo sabía de la existencia de las pruebas pero le había sido imposible
convencerle para que las entregase.
La venganza que el psiquiatra pretendía, directamente ejecutada con
sus manos, era ya un imposible. Se había convencido de que arrastraba a muchas
personas en este juego maquiavélico en el que todo el mundo salía perjudicado.
No podía más. Debía optar por dejar en manos de la justicia la condena de este
matrimonio que había sido continuada por sus sucesores.
Ahora no sabía que Swa estaba punto de cometer el error más absurdo
y costoso de su vida sin la posibilidad de regresar atrás.
Nadie tenía a Liu…
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