Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 9 de diciembre de 2015

A CADA PASO, SOMOS OTROS



Mi hijo, que por primera vez está fuera de España, me decía el otro día que al volver él sentía que sería otro.


Me pareció muy buena reflexión. Efectivamente vamos siendo otros a cada instante y más cuando en realidad pasamos por situaciones muy diferentes a lo que vivimos rutinariamente.

Cambiamos y mucho. Estamos con nosotros mismos;  no nos damos cuenta, pero así es. Por eso hay que renovar la conciencia de los sentimientos.


¿Somos los mismos?¿Sentimos igual?¿Ha variado algo y obviamos que así es?¿Los que nos conocen notan nuestros cambios?¿Notamos los suyos?.


De vez en cuando hay que darse una cita con uno mismo. Preguntarnos por si realmente sentimos igual. Esto suele darnos bastante miedo por si descubrimos que hemos cambiado tanto que no tenemos nada que ver con el de hace un tiempo y reconocerlo implica reaccionar.


Renovar los sentimientos débiles, examinar los que tienen tanta solidez que nada les mueve, reinventar los que nos dejan con mal sabor de boca y suprimir los que se hayan esfumado y solamente hayan dejado un rastro amargo.


Somos otros. A cada paso, somos otros.


Hay que revisar el corazón. Hacer limpieza y dejar solamente lo que sirve para ser feliz.


Comparto este breve texto alusivo al tema.




“…El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.


Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.


Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente.


Muy sorprendido, Devadatta preguntó:


--¿No estás enfadado, señor?


--No, claro que no.


Sin salir de su asombro, inquirió:


--¿Por qué?


Y el Buda dijo:


--Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada. 


* Para el que sabe ver, todo es transitorio: para el que sabe amar, todo es perdonable.*


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