Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 15 de noviembre de 2015

VIAJE A ÍTACA (Relato del Domingo)



Domingo anterior (Relato)

.- ¿Le han dicho alguna cosa?

.- Solamente que le dijese al señor que ha comenzado “la cuenta atrás”. –Steve palideció. Salió apresuradamente en busca del teléfono que reclamaba aquella misteriosa voz que no se había identificado. Aún le dio tiempo a preguntarle a la asistenta.

.- ¿Era voz de mujer?.- La asistenta movió la cabeza asintiendo. Steve comenzó a sudar nuevamente. Cogió el teléfono tembloroso para encontrarse, tras tantos años, con aquella alevosa mujer llena de odio.  

.- ¿Eres tú?.- Nadie contestó. El abogado comenzó a repetir esta frase cada vez en voz más alta. No hubo respuesta en ningún caso. No era necesario. El mensaje estaba dado. Ahora sabía que debía llamar a su amigo sin remedio. (…)

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Domingo 15_11_2015

Owen, a mucha distancia de aquella escena, movía aquella hebilla agitadamente entre sus manos. La apretaba fuertemente mientras miraba con fijación al desvalido espectro de un hombre que solamente vivía en el pasado. No le inspiraba pena, sino asco. 

          Rememoraba los tocamientos a los que sometía a aquellos pequeños estudiantes que acudían a él. Sus engrosadas  manos introduciéndose en aquellos ajustados y raquíticos pantalones de los pequeños estudiantes  y esa forma suya de rozar la blanca piel inocente de los objetivos de aquel pervertido.

          La hebilla comenzó a clavarse en su piel y logró traspasar la carne de la palma de la mano. La sangre  fluía ahora a borbotones. Se levantó lleno de ira y restregó, por la inerte cara de Sr. Henry, aquella sangre que sellaba una sentencia de muerte jurada por Owen hacía mucho tiempo.

Mientras hacía esto, la mujer que acompañaba al anciano, horrorizada se había desmayado sobre el sillón.
.-Mira, mira como te restriego esta sangre sobre tu apestosa cara. ¿Te acuerda de la sangre que nos hacías cuando abrías camino con ella entre nuestras piernas?. Ahora seré yo el que te haga probar tu medicina.

El teléfono de Owen comenzó a sonar ininterrumpidamente. Dejo que el contestador saltase, pero la insistencia del mismo hizo que lo cogiese.

La voz de Steve al otro lado le inquietó aún más.
.- Mi querido amigo es un código blindado.- Owen se sintió aliviado. Su amigo le ayudaría a eliminar a aquel monstruo sin ninguna piedad.

.- Le tengo aquí Steve, frente a mí. Es un vegetal para el presente, pero tiene el pasado intacto en su memoria y aquel disfrute del que tanto gozaba cuando nos torturaba.

- ¡No lo hagas Qwen!. Ese es no es el camino
- Lo es ¡ Te aseguro que lo es!. Me va a producir un inmenso placer ver cómo reacciona cuando esta hebilla abra el camino del dolor dentro de su cuerpo.

Se retorcerá pidiéndome clemencia…la que él jamás tuvo con nosotros.

-dejaré el teléfono aquí cerca para que oigas sus gritos…unos alaridos capaces de descomponer tu cuerpo pero de alegrar tu orgullo.

- ¡Owen no lo hagas!…estoy nervioso y me sudan las manos. Habrá otras maneras de vengarnos.

.-Las habrá y ésta no será la única…pero hoy empezaré por ella.- Desde del auricular del teléfono Steve comenzó a oír cómo Owen arrastraba la silla de aquel deshecho de hombre indigno y los chillidos ahogados del asustado bastardo. Oyó cómo el doctor le decía sin reparo.

.-¿Te acuerdas de esto?, ¿te acuerdas mal nacido?, ¿recuerdas qué hacías con ella?:.. En pánico se había apoderado de la voz del sr. Henry y apenas podía balbucear, repetidamente, una negativa que se acercaba a una súplica rogatoria.

.- ¡Bájate los pantalones!, ¡Vamos! (…)

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