Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 2 de mayo de 2013

LAS GRANDES PALABRAS



         Usamos demasiado las grandes palabras cuando en realidad, éstas deberían estar destinadas a momentos muy especiales donde el sentimiento fuese pura verdad a flor de piel.
Podemos engañarnos fácilmente con ellas. Amor, verdad, libertad, amistad…todo, siempre, nunca…imponderables que son incapaces de ser medidos, ni palpados, ni apresados entre las paredes de los vocablos que los encarcelan.
Podemos pensar que amamos intensa y profundamente y que éste sentimiento es infinito y eterno. Y puede que sea así y de hecho lo es. La eternidad está en el instante divino en que se producen, en el mismo en el que el corazón las atrapa sin remedio para siempre. Un siempre que puede durar tan poco como se sea capaz de soportar los contratiempos pero que no deja de ser, por eso, un infinito en stand by suspendido en la posibilidad de ser retomado.
Deberíamos ser pacientes con nosotros mismos y no obligarnos a rendir culto a palabras que mejor deberíamos evitar. Cuando el tiempo te demuestra, con su gran maestría, que nada es eterno y que todo cambia en el mismo instante de producirse, entonces, si tu inteligencia es práctica y analítica sabrá responder al reto de lo perdurable.
Creo que hay que tener cuidado con incluir en nuestro cotidiano ir y venir por los sentimientos, términos como “te quiero”, “eres mi vida”, “sin ti me muero”…y otras expresiones semejantes que sin tener que evitarlas, necesariamente, debemos depurar muy bien su finalidad para no confundir al otro, pero sobre todo para no engañarnos a nosotros mismos.
En el afán de demostrar cuán grande es nuestro amor estamos dispuestos a disparar con artillería pesada directa al corazón del que escucha. Posiblemente la intención, que al fin y al cabo es lo que cuenta, sea noble pero la realidad nos indica que después de la criba a la que nos somete cada estación, poco queda de la euforia de lo dicho.
No está mal, sin embargo que juguemos a lograr  instantes eternos, esos que se justifican una vida solamente por haberse producido y saber que en ellos y sólo en ellos son posibles las grandes palabras.
El resto del día, de las semanas, de los meses y de los años, sepamos rescindir nuestro afán de ser los más intensos, los mejores, los que más damos por menos porque a veces esas palabras solamente tienen el vestido que las arropa y en su interior hay un hueco tan vacío que se desploman con un simple soplo.

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