Hay momentos en la vida en los que te encuentras indefensa/o, sobre todo si te aplastan y arrasan desde un destino fatal que no se puede controlar. Una enfermedad, una muerte, un accidente…En esos instantes, parece que vas a perder el rumbo de la vida, que ésta se ha quedado congelada en lo que te sucedió y que nunca vas a volver a recuperarte de la devastadora fuerza de la desgracia.
Hay otras situaciones, sin embargo, en las que se puede tomar decisiones y, no obstante, también nos sentimos indefensos. Esa indefensión es hasta peor. La otra, la no controlable, solo nos deja un camino: la aceptación, pero en aquellas ocasiones en las que podemos elegir y no lo hacemos, también solo nos dejan una posibilidad: la sumisión.
A nadie nos gusta sentir la presión de tener que asumir como bueno lo que no queremos, lo que no nos hace sentir bien, lo que nos deja de lado o lo que nos invade sin remedio.
Hay que poner límites a las personas, a las situaciones y muchas veces, a nosotros mismas/os. No todo vale, no todo el mundo puede decidir por ti, no a todo el mundo hay que sonreír o a todas las personas hay que aceptar.
Mantente ahí, en el asiento de tu autorrespeto y despréndete de los miedos a hablar, a molestar, a no ser querido/a porque igualmente esas personas que no te consideran, que deciden por ti, que arrasan sobre otras, no lo van hacer.
No te sientas indefensa/o. No lo estás. Siempre te tienes a ti y a la grandeza que llevas contigo desde la soberanía sobre ti misma/o.
No la dejes en manos de nadie o estarás verdaderamente perdida/o.
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