Todos
nos ponemos una coraza alguna vez; o muchas. Tras de ellas hay un personaje muy
conocido: el miedo.
Solemos
escondernos para defendernos del daño. ¿De qué daño? ¿Imaginario?¿Real?¿Procedente
de amarguras de la infancia?¿Existente por las amenazas presentes?¿O resultante
del tan consabido “miedo” al miedo?.
La
inseguridad nos hace ceder. La inestabilidad llega cuando no nos creemos “capaces
de”, o en nuestro pensamiento aparecen
las creencias limitantes más oscuras: “nunca lo conseguiré”, “no puedo
resistirlo”, “siempre supe que yo no sabría”…
Estar
seguro de uno mismo no es tarea fácil; y no lo es porque hay muchos factores
que nos han ayudado a sentirlo así. Somos, en gran parte, la suma de lo que nos
dijeron que éramos. Nos hemos mirado en espejos equivocados y hemos usado, como
vestido mental, ropas que no son nuestras.
Son
otros los que no han creído en nuestras
posibilidades. Vienen del exterior los juicios que nos atan e inmovilizan.
Saberlo ya es iniciar el primer paso del camino.
Hemos
de comenzar por darnos cuenta de que nuestro criterio, nuestra forma de ver el
mundo, nuestras habilidades están ahí por descubrir. Creer en ellas es fácil si
dejas que se manifiesten y te demuestren que eres mucho más que ese adjetivo con
el que has oído referirse a ti.
Solamente
tú puedes cambiar tu mundo; el mundo. Fuera de ti todo lo demás es opinión y
opinable.
Date
la oportunidad de verte diferente, de ser quien eres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario