Cuando nos sucede
algo que altera nuestra vida, lo interpretamos con mucha vehemencia.
Generalmente tendemos a ver el lado oscuro de los acontecimientos, pero
igualmente cuando lo que pasa es neutro o excelente, nunca imaginamos cual va a
ser el resultado siguiente a lo que nos sucede.
La vida se puede
valorar mirando hacia atrás y uniendo los puntos que forman su anclaje. Un paso
tiene unas consecuencias que dan lugar a otro que a su vez las tiene también. Y
lo que ahora puede parecernos terrible, más tarde puede resultar nuestra
bendición.
Deberíamos
acostumbrarnos a esperar. Darnos tiempo. Dar espacio a los problemas y dejar
pasar…ver qué sucede más tarde y evitar sufrimientos inútiles.
Veamos este texto
que reflexiona sobre ello.
Espero que os guste
y sea provechoso para cambiar de actitud tanto frente a lo “lo bueno”, como a
aquello que no lo es tanto.
…”Un agricultor
pacífico y tranquilo que vivía con su hijo vio un día que su único caballo se había escapado del
establo. Los vecinos no dudaron en acercarse a su casa y condolerse por su mala
suerte.
- Pobre amigo, qué
mala fortuna. Has perdido tu herramienta de trabajo. ¿Quién te ayudará ahora
con las penosas tareas del campo? Tú
solo no podrás, y te espera el hambre y la ruina.
Pero el hombre
únicamente contestó:
-Así es la vida.
Pero dos días después
su caballo regresó acompañado de otro joven y magnífico ejemplar. Los vecinos
esta vez se apresuraron a felicitarlo.
-¡Qué buena suerte,
ahora tienes dos caballos.
Has doblado tu fortuna
sin hacer nada! El hombre sólo musitó:
-Así es la vida.
Pero a los pocos días
el padre y su hijo salieron juntos a cabalgar. En un tramo del camino, el joven
caballo se asustó y tiró de la montura al muchacho, que se partió una pierna en
la caída. Nuevamente los vecinos se acercaron a su casa.
-Sí que es mala
suerte; si no hubiese venido ese maldito caballo, tu hijo estaría sano como
antes, y no con esa pierna rota que Dios sabe si sanará.
El agricultor volvió a
repetir:
-Así es la vida.
Pero ocurrió que en
aquel reino se declaró la guerra y los militares se acercaron a aquella perdida
aldea a reclutar a todos los jóvenes en edad de prestar servicio de armas.
Todos marcharon al frente menos el hijo del agricultor, que fue rechazado por
su imposibilidad de caminar. Los vecinos fueron otra vez a casa del agricultor,
en esta ocasión con lágrimas en los ojos.
-¡Qué desgracia la
nuestra, no sabemos si volveremos a ver a nuestros hijos; tú en cambio tienes
en casa al tuyo con una pequeña dolencia!
El hombre, una vez
más, dijo:
-Así es la vida.”
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