Nos
hablamos continuamente a nosotros mismos. No hay tregua. Vamos caminando y no
podemos dejar de recordar lo que ayer nos molestó, el miedo que nos inyecta esa
consulta pendiente, lo que nos dijeron injusto y un sinfín de pensamientos,
generalmente negativos, que van envenenando la sabia mental.
Pocas veces conseguimos estar en
silencio, observando lo que hay a nuestro alrededor, disfrutando del momento que
vivimos, saboreando un café o incluso disfrutando de una rutina.
Menos
veces aún, conectamos con nosotros mismos para alabarnos, para animarnos desde
dentro, para decirnos lo que siempre queremos escuchar a otros decir. ¿Por qué
poner en la decisión y valoración de los demás lo que tan fácilmente podemos
decirnos nosotros?.
Las
expectativas deben estar focalizadas en ti. Llegar a ser tu mejor versión. Tu
más alta competencia contigo mismo, lo mejor de lo mejor desde que te conoces.
Lo más excelente porque eso será lo que mayor satisfacción te dará. Y si no lo
consigues, si te quedas a mitad del camino, será eso…la mitad de “ tu camino”…un
trecho que siempre puedes completar porque solo depende de ti.
Es
muy importante cómo te hables. Muy importante los pensamientos por los que te
dejes acompañar. Seguro que nunca te harías amiga/o de alguien que, desde el
principio, te boicotease, te maltratase verbalmente, te infravalorase o te
pusiese un mundo de color oscuro alrededor de ti. Esa/e eres tú cuando te
hablas en “on”.
Háblate desde el cariño, desde la mejor relación de afecto y ternura.
Compréndete, perdónate, vuelve a intentarlo. No hay límite. Nadie te pondrá
barreras. Tu mente sí. Las más grandes, las inexpugnables, las que no pueden derrotarse sino desde la
convicción de que ya eres todo, de que no necesitas nada, de que siempre fuiste
perfecto.
Solo
tienes que recordarlo. Y confiar.
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