Ya lo explicaba “El principito” con la rosa. Si te “quiero”, te
corto paras mí; si “te amo” te dejo para seguir amándote cerca siendo tú misma.
Amar parece
entonces desapego y un tanto indiferencia, pero no es así.
Cuando uno quiere lo que quiere está dentro de su posesión, en
cuyo caso lo que satisface son los deseos y necesidades de su propio ego, no
tanto así las del objeto o sujeto amado.
Amar es complicado y sencillo a la vez. La dificultad viene de
evitar el ego, de practicar el sentimiento de cuidado de aquello que amo y no
sólo el de mí mismo.
Posiblemente, no sea un amor humano del que hablo. Tal vez, no
podamos amar así. Siempre me ha parecido curiosa la alegoría que nos presenta “El
Quijote” cuando ama a Dulcinea. No podría amar a Aldonza Lorenzo, pero sí desesperadamente al amor ajeno al carnal,
libre de posesión de la cosa poseída, inmaculado en sí mismo. Convertirlo a
real, humanizarlo sería desvirtuarlo.
Uno quiere lo que quiere para sí, luego lo que demos como contrapartida ya es otra cosa. Nos es
fácil decir” te quiero” y con ello acompañar de arrebato el verbo que imprime
carácter sobre quien se derrama, a veces, tanto derroche de intenciones. Pero
la vida pone muchas pruebas que te demuestran si lo que sientes es cariño o
amor.
Para poder amar hay que haberse amado profundamente a uno mismo,
sanado las culpas, limpiado el alma y reseteado la mente. De otro modo,
tendemos a verter sobre el otro/a toda la basura mental que poco a poco va
saliendo al transitar la vida. Tenemos costumbre de echar balones fuera, de
culpabilizar al vecino, al amigo, al cónyuge, al hijo o hasta el perro. Alguien
tiene culpa de que ”yo sea así”, ame así, me enfade así o reaccione de tal
modo.
Hay que “aceptar” lo que somos y cómo lo somos. Partir del punto
donde se está y pensar que hayamos hecho lo que hayamos hecho fue lo mejor que
pudimos hacer con el nivel de conciencia que contábamos. Pero después, hay que
superar este estadio y avanzar; no sirve únicamente con aceptarnos, hay que ser
la mejor versión de uno mismo porque eso se depositará como escarcha mágica
sobre todo lo que toquemos alrededor.
Amar implica haber hecho bien el trabajo con nuestro corazón, en
primer lugar.
Querer permite seguir atado a tus miedos, a tu arrogancia, a la
forma celotípica de estar ligado a tus inseguridades, por eso quieres atando,
controlando y adaptando lo otro a ti.
No hay nada que hacer. Sigue solamente el fluir de tu corazón,
acepta y transciende.
El resto llegará a ti.
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