Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 22 de octubre de 2014

DETRÁS DE LA ENFERMEDAD



Me he pasado la noche en urgencias de un hospital. No he sido yo la enferma por lo que he podido observar mejor. Hay, de verdad, otro mundo detrás de la enfermedad.
Vivimos al margen de ella. Como debe ser, de alguna forma.  Actuamos como si no fuese a llegarnos nunca y la vemos desde fuera como si el dolor, la frustración, la impotencia y el sufrimiento fuesen de menor calado y destruyesen menos de lo que lo hacen.
Hay situaciones límite en las que nos igualamos. No importa, en esos momentos, la categoría social, ni profesional; ni las joyas que se luzcan en la mano, ni el color de la piel, ni el acento de las palabras. Nada tiene relevancia cuando estamos echados en camillas contiguas.  Todo se iguala. Entonces, como si fuese por arte de magia, las diferencias se disipan y como mucho, se aspira, a que no nos toque tanto como al compañero.
Hay otra dimensión detrás de esas puertas que se abren con sillas de ruedas esperándonos para facilitarnos, de forma más benevolente, el acceso a la posible resolución de nuestros problemas.
 Es entonces cuando apreciamos lo importante que es ser amable y recibir un trato cariñoso. Ese afecto anónimo, en esas circunstancias, cura más que los medicamentos. Lo malo es que esta sensación no perdure cuando nos curamos y, más tarde, sigamos siendo los mismos.
Las enfermedades enseñan. Están para eso precisamente. Para ayudarnos a cambiar. Para modificar aquellos patrones de conducta o de pensamiento con los cuales nos agredimos a nosotros mismos o lo hacemos con los demás.
Hay que entender los mensajes de los males que nos acompañan. Conocer qué nos quieren decir y tratar de resolver cada quiebro de nuestra conciencia para sanarnos definitivamente.
Podemos empezar por lo más fácil. Ser amables. Extender el cariño a las fronteras del otro. Borrar las diferencias, los cambios de alturas al mirar a los ojos y los tonos de voz al dirigirnos al que consideramos que está más abajo.
Posiblemente con estos simples cambios estemos curándonos ya de lo que ni aún se ha manifestado.

2 comentarios:

  1. Orange Pippelón S.22 de octubre de 2014, 23:17

    Enriquecedora experiencia la que has vivido; alrededor de la enfermedad y sobre todo ante el humbral de la muerte, nos igualamos de manera asombrosa, en esos instantes perdemos la máscara y el dolor y el temor nos pone de rodillas con humildad y con otro sentido humano frente al otro.

    Será quiza que la luz que emena de la cercanía a la puerta al "mas allá" nos alcanza a iluminar?

    O el temor y la impotencia muy humanas nos acerca a cambiar de actitud en el "mas acá" ?

    Vaya experiencia...!


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  2. Me ha gustado mucho el aporte que has hecho. Nos igualamos ante la desgracia. Nos rendimos ante las situaciones límite.
    Abandonamos la soberbia de golpe cuando la vida nos da un empujón hacia hacia abajo, sin duda.
    Gracias por tus reflexiones.*

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