Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 4 de septiembre de 2012

EL AMOR SIEMPRE ES TUYO

He llegado a una conclusión. El amor siempre es de uno. Puede que no te quieran, puede que no puedas querer, puede que nunca hayan sabido quererte, puede incluso que te hayan querido mucho pero te hayan querido mal o que tú mismo hayas amado hasta un infinito que solo ha sido tuyo.
En todos y cada uno de los casos hemos podido equivocarnos. Hemos podido creer que lo hacíamos bien y sin embargo no lograr que el amor penetrase hasta el fondo del corazón del otro.
Nos hemos podido empeñar en demostrar y en ceder afecto, nos hemos podido embargar por recibirlo y aún en los casos en los que hemos creído darlo todo por amor, terminar sin la dulzura del bien propio cuando es compartido con lo que se ama.
La conclusión, pues, es clara. Siempre y por encima de todo, el AMOR es nuestro. Nadie nos puede impedir amar aunque no seamos correspondidos. Nadie nos puede poner barreras en el corazón ni grilletes en el pensamiento. Nadie puede, ni siquiera con su indiferencia y sus desprecios, evitar que le sigamos amando. Ni tampoco las críticas ajenas o lo absurdamente tontos que nos podamos sentir logran que si se ama se ame de todas las formas.
Cuando el amor es tan intenso que duele, no importa ni siquiera que te correspondan. No es necesaria la correlatividad. Llega un momento que incluso parece que si solamente depende de nosotros es como únicamente está seguro y a buen recaudo. Porque cuando lo depositamos en el corazón del otro puede suceder cualquier cosa que la otra persona determine. Queda fuera de nuestra influencia, se derrama y se pierde.
Si nuestro D. Quijote amaba hasta la desesperación, con un amor sin igual a su Dulcinea del Toboso, era precisamente porque ese amor tenía una sola dirección. No había contrapartida y por tanto tampoco la posibilidad de que fuese desvirtuado. Era un amor para siempre.  Un amor que resistiría el embite del tiempo y las limitaciones del espacio, porque solamente reposaba en el corazón del caballero.
Qué duda cabe que la gloria se halla en la reciprocidad de los amantes. Pero en último término, cuando el amor parece decir adiós, nunca lo hace porque se queda junto a nosotros para gritar al mundo que siempre es nuestro a pesar de todo lo demás.

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