Los que tenemos el corazón cálido
solemos tener la misma temperatura en la cabeza. Es difícil enfriarla para
pensar con rapidez y con la suficiente serenidad para armar el edificio que nos
proteja contra la estupidez, las componendas o las mentiras. Y que nos permita,
además, encontrar las razones por las que debemos irnos o quedarnos de un
lugar.
A veces me pregunto por qué
podemos ser tan hábiles en algunos campos de la vida y tan ineptos en la vida
misma. Cómo tardamos tanto en aprender y de qué forma repetimos errores una y
otra vez.
Estoy convencida que la única
forma de no volver a encontrarnos con pruebas que nos den la medida de lo que
hemos aprendido es aprendiendo. Aprender no significa creer que tenemos pasado
el examen. Hay que pasarlo de verdad y demostrar que lo hemos hecho en la
siguiente ocasión.
Frecuentemente, ante tanta
repetición de inoperancia podemos llegar a creernos incapaces de ir más allá en
nuestra desastrosa manera de para los goles. Sentirnos estúpidos aún parando
alguno de ellos y cándidos ante lo avispado del proceder de los demás.
No hay más remedio que aprender,
no queda opción. La vida pasa y terminará obligándonos a superar el curso si queremos terminarla con
dignidad y aprovechamiento. Me imagino lo que será marcharnos sin los deberes
hechos y con exámenes pendientes. La sensación terrible de las “ cosas que han
quedado por hacer” nos sumirá en un profundo vacío que hará de la despedida un
final inacabado y absolutamente lleno de insatisfacción.
Hay que equivocarse. Es obligado.
Hay que ser inexperto e inocente para que los golpes nos hagan sabios y sagaces,
hay que ir por delante después de quedarnos muchas veces atrás y comprobar que
el últimos se queda sin nada en el reparto. Hay que perder para darnos cuenta
de que es lo mejor que nos pudo pasar.
La vida es una cadena llena de
eslabones concatenados. Todos dependemos de todos y en esa rueda que gira sin
descanso, unas veces quedamos aplastados unos y otras, el resto. Todo el mundo
pasa por la gloria y por el infierno, alguna vez.
Lo mejor es perpetuar una y saber
salir del otro. Y seguir caminando con los recuerdos como mochila y la frente
alta para poder besar el cielo y llenarnos con ello de gratitud para encontrar
un sentido pleno a nuestra lucha diaria.
Yo lo intento cada día y ese propósito
es ya, por si mismo, suficiente. En el medio algo iré aprendiendo…digo yo.
Excelente entrada, y agrego que el principal obstáculo para las personas que tenemos corazón caliente son la ansiedad y la angustia. Creo que son imposibles de eliminar, pero se deben enfrentar y aprender a manejar, para eso tenemos toda una vida de aprendizaje. Saludos y buen blog
ResponderEliminarGracias Gonzalo no me había llegado el aviso de esta respuesta. Estoy contigo en ambas apreciaciones.
ResponderEliminarManejar la ansiedad y la angustia es la verdadera educación emocional y un camino seguro hacia la felicidad que tenemos asegurados los que somos todo corazón.
Un saludo y mi agradecimiento por la participación.*