El
comentario de la entrada anterior ha dado para mucho en mi entorno. En
principio me ha demostrado que sigo siendo impulsiva compulsiva y que me
arrastra y subyuga lo que se transmite mediante afectos.
Comentaban
mis alumnas acerca de la conveniencia de un Papa semejante, en estos momentos,
para una iglesia que necesitaba algún aclarado demás.
¿Puede,
el representante de una institución, manifestarse abiertamente espontáneo?¿Acaso
le dejarían libremente ser como es?¿airearían su biografía si no se necesitase
conectar con unos fieles potencialmente diversos, cada vez más lejanos?.
¿Permitiría, la seguridad celosísima del Pontífice, que un niño negro se
agarrase a sus faldas?.
Demasiada
apertura y demasiado cambio en poco tiempo para el hermetismo continuo que ha
dominado a la curia.
Me
han hecho dudar. Pero me he reafirmado en algo que me congratula y es que he
sentido que efectivamente sigo creyendo en mi propia religión, en la que siento
en mí y en el dios, fuerza, ente o ser que creo que me acompaña, me ayuda o
protege o, aquel, que simplemente me escucha. Y me he dado cuenta, también, que
eso fue lo que me hizo conectar con su mensaje.
Entre
todas las religiones, ideologías, tendencias, doctrinas o credos que existen,
hay un factor común, la capacidad de entregar al hombre una razón por la que
seguir confiando en la vida, aunque sea a través de un ídolo, un libro o un
catecismo.
El
resto tal vez ni importe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario