Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 3 de enero de 2013

SENSACIONES DE MALESTAR

A veces sentirse mal es inevitable. Por mucho que nuestro cerebro envíe la orden al corazón de sonreír éste, como motor irrefrenable de toda energía, le responde con una mueca de cansancio que lleva consigo una amarga sensación de desánimo.
También, a veces, se produce esta sensación de malestar cuando comenzamos algo. Es como si por delante tuviésemos un mundo lleno de posibilidades que se empeñasen en abrumarnos más que en facilitarnos la tarea.
Tengo una amiga que me contaba ayer que se sentía así, fría y expectante ante lo que ha de venir, incluso me  explicaba como este sentimiento de apatía crecía en ella y derivaba hacia un desasosiego vacío, sin forma ni color que se vestía de un temor indefinido.
Según me hablaba iba situándome al borde de un abismo, con los pies en su límite. Me invadió una sensación turbia de malestar indefinido que me trasladó rápidamente a una especie de confusión borrosa. Y ahí, noté con fuerza que hay personas capaces de proyectar sobre otras sus miedos, sus temores y su vaga ansiedad. Pero sobre todo, comprendí que si quien está cerca deja una rendija de su alma abierta ellos, se hacen hueco y acampan abriendo la puerta de par en par.
Quiero mucho a mi amiga pero no estoy dispuesta a que deje su rastro agrio a la puerta de mi corazón porque no quiero abrirla y que entre sin pedir permiso. Por eso y porque sé que hay momentos en los cuales no todo parece posible, en los que uno se siente mal a pesar de lo que nos digan, lo que hagan o lo que se empeñen los de alrededor, por eso y por el afecto que siento por ella, sé que este momento pasará y que solamente puedo dejar ir a mi calma para que se pose sobre ella tan leve como una mariposa; y sin palabras…fundir mi mirada en la suya y darle un abrazo.
Es mejor no hacer caso a estos momentos si los descubrimos en nosotros. Podemos incluso hablar con ellos y comentarles que vamos a dejar un tiempo en el medio de ellos y nuestra preocupación.  Que estamos dispuestos a dejarlos pasar sin pelearlos y sobre todo que sabemos a ciencia cierta que no pueden invadirnos porque nuestra plaza ya tiene dueño: el poderoso guerrero de luz que habita en nuestro castillo interior y que no se rinde ante nada.
¡Si está dormido, a qué esperas para zarandearlo!. ¡Llámalo! Seguro que estará de inmediato dispuesto a pelear por ti.

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