Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 9 de enero de 2013

RESULTADO DE LA ENCUESTA DE LA COLUMNA DERECHA

Después de haber realizado un sondeo entre los lectores del blog sobre la postura particular que cada uno mantenemos acerca de nuestro comportamiento ante determinadas situaciones, podemos concluir con algunas reflexiones interesantes.
La banda de edad que frecuenta el blog está entre los 30 a 60 años, por debajo, de 18 a25 o por encima de más de 65 solamente hay un 7% de visitantes, en ambos casos, que hayan participado.
La participación por sexos está bastante igualada. Un 44% de hombres frente a un 55% de mujeres por lo que las respuestas corresponderán, prácticamente a la mitad de cada sexo.
A la pregunta: ¿Qué es lo que más nos cuesta?, el 37% ha respondido “Expresar los sentimientos”. Posiblemente este aprendizaje tiene mucho que ver con la niñez. Los ejemplos recibidos, las prohibiciones (como llorar es de mujeres, un hombre siempre es fuerte, el amor hay que sentirlo pero no expresarlo, a los hijos se les hace débiles si se les besa o abraza mucho…) y el ambiente de frialdad en el que hemos podido vivir, no ayuda. Pero es sumamente importante expresar lo que sentimos.
El amor que no se manifiesta no existe para el otro. Se queda circunscrito en el límite de lo íntimo y nunca cala en el corazón del que está enfrente. Para saber que nos quieren deben decírnoslo, besarnos, abrazarnos o requerirnos, y por lo tanto nosotros debemos hacer lo mismo. A veces, hay un sentido del ridículo anexo a ello. Nos han enseñado que la manifestación del amor va ligada a la ñoñería y nada más lejos de la realidad. Si el otro no entiende lo que expresamos…tal vez podamos empezar por enseñarle con nuestro ejemplo; que de nuestra parte nada falte en el amor que sentimos… y manifestarlo es materializarlo para los demás.
Le sigue la respuesta del “no saber decir NO” con un 34%, importante porcentaje por las consecuencias nefastas que esto tiene. Las personas que no sabemos decir “no” pagamos un alto precio por ello. Nos metemos en situaciones que siempre nos perjudican y lo peor es que sabiendo que no van a estar a nuestro favor, lo dejamos pasar y seguimos sin enfrentarnos a lo que de verdad queremos.
¿Hay una falta de autoestima en ello?¿Creemos que si negamos algo perjudicamos a la otra persona, sea conocida o no?...porque a veces no importa siquiera que la propuesta venga de un desconocido. Posiblemente, lo que nos sucede es que contamos con la presencia de una imperiosa necesidad de aprobación. Un no querer generar malestar ajeno para que consideren nuestra bondad a fondo perdido o la urgencia de sentir que no propiciamos al otro ningún mal, a costa del nuestro.
Hay que aprender a decir NO cuando realmente eso sea lo que sentimos en el interior. Ser consecuentes con nosotros mismos y hacer valer nuestro criterio cuando sea necesario para no ir en contra nuestra y evitar pagar el precio al que nos somete. Cuando ponemos en práctica el primer NO a tiempo, sentimos que hemos ganado una batalla importantísima y cada negativa consecuente se convierte en una victoria que nos hace cada vez más plenos.
Por último un 19% para la opción de “defenderse de las críticas”, como conducta emocional difícil o el 8% que reconoce la complejidad en ser fiel a los compromisos.
A la pregunta referente a cómo reaccionamos cuando recibimos una ofensa, el 80% ha respondido que lo hacen defendiéndose de ella y no eligen el ataque para contrarrestarla. A veces esta digna postura, nos genera una situación de malestar para con nosotros mismos. Es frecuente que los que solemos defendernos ante los ataques, ni siquiera nos paremos a considerar si estas agresiones se fundamentan en un error nuestro real o si son gratuitas. Por sistema y como si algo debiésemos al otro, nos defendemos. Con ello, lo único que hacemos es demostrar que de algo nos tenemos que defender y que reconocemos implícitamente que hay alguna cosa que no hemos hecho bien.
Posiblemente el camino no sea tampoco emplear las mismas armas que el que nos embiste de esa forma. Ponernos en su lugar, pagar con la misma moneda o responder con su misma desfachatez, sin duda, no es lo nuestro. Pero sí debemos evitar esa actitud de defensa perpetua que nos lleva a creernos culpables de algo que no hemos hecho o propiciado. Lo mejor es analizar la situación con frialdad delante del que ataca y no entrar al debate de las justificaciones indebidas sobre algo que no va con nosotros por mucho que se empeñen en imputárnoslo. En último caso, retirarnos de esa conversación absurda es defender nuestra dignidad.
Gracias por participar y por hacer posibles estas reflexiones que de otro modo dependerían únicamente de mi criterio. Es muy enriquecedor compartir las situaciones emocionales, que de un modo u otro, se repiten en muchos de nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario