Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 19 de noviembre de 2012

CAMBIANDO LOS REGISTROS



Usamos muchas palabras al día y aún así a veces nos faltan las adecuadas.  Tenemos muchas expresiones dedicadas a los estados emocionales que sufrimos a cada instante y no dudamos en recurrir a ellas como si nos liberásemos de su pesada carga cuando las expresamos.
Cansancio, tristeza, angustia, congoja, pesadumbre, ansiedad, soledad, llanto, dejadez, insomnio, agresividad, ira, celos, envidia, desesperanza, apatía…y un sin fin de términos más que refuerzan cada sensación interior, cada estado de conciencia con el que nos sentimos cada vez más pequeños e indefensos.
Palabras que no son inocentes por cuanto nos sitúan a las afueras del equilibrio y la armonía interior y que si bien parecen solamente expresar lo que sentimos tienen una misión oculta de mayor calado: asegurarse su permanencia, impedir que alcancemos otra forma de ser y sentir y perpetuar su existencia en los entresijos de la mente.
Debemos tener especial cuidado con lo que decimos. Las expresiones de protesta, las palabras que rozan el desasosiego o aquellas que indican cualidades negativas tienen una vibración muy baja; su frecuencia vital  incide sobre aquello sobre lo que pretenden descargar. Son entidades vivas que yo siempre evito.
Cuando uno dice palabras desagradables a algo o a alguien ellas llevan su mensaje y lo saben aplicar. No son inocentes. Nunca lo son.
Sin embargo, los vocablos amables, cualquier palabra cargada de ternura, afecto o simpatía genera cariño. Tiende puentes de apertura y enlaza corazones.
Los términos que parten de la cordialidad siempre mejoran, siempre permiten más, siempre predisponen mejor.
Compartir nuestras razones y hacerlo sobre palabras de seda puede contribuir a solucionar problemas que podían parecer irresolubles.
Acatar las vibraciones amorosas de los términos amables equivale a enriquecer nuestro ámbito cercano y a proyectar sobre él, semillitas de empatía que germinan al son de la abundancia.

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