Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 11 de mayo de 2018

LA FAMA Y SU GENTE



Hoy me gustaría hablar de la soledad de las personas famosas, públicas y notorias. Parecen envidiables. Las encontramos en el centro de todos los eventos que nos gustaría disfrutar, las vemos rodeadas de sonrisas, brillos, ropas y palabras bonitas. Parece que arrastran la felicidad consigo. Que dejan una estela de bienestar y felicidad por donde pasan; nos gusta pensar que han alcanzado lo que todos deseamos haciendo realidad lo que parece siempre sueños.




Sin embargo, nadie ve la soledad de la compañía en la que se encuentran. Las muchas veces que les gustaría no estar al lado de alguien concreto al que tienen que sonreír, las otras más que desearían cambiarse por simples mortales disfrutando de un helado por una calle cualquiera.

La fama tiene un precio muy alto que han de mantener. Siempre disponibles, siempre afables, siempre saludables; ni siquiera les vemos susceptibles de ponerse enfermos porque parecen hechos de otra pasta. 

En ellos, solo vemos lo que se puede ver. Los flases sobre sus lujosas chaquetas, los vestidos vaporosos que se mueven al ritmo del aire que provocan las sonrisas, el pelo inmaculado, el gesto suave y complaciente y la mirada resplandeciente que deben sostener a costa de lo que sea.

Imagino el descanso que representará llegar a casa y poder descalzarse de todo el escenario que debe acompañarles siempre. Supongo que más tarde, si la estrella cae o se retira, sufrirán el helio del olvido o al menos, de no estar presentes en la mirada con ganas de fama de la gente.

Somos así. Aclamamos al héroe de turno y le lapidamos si todos lo hacen. Estar arriba significa tener que bajar algún día, en algún instante, alguna vez.

La buena noticia es que puede resultar una liberación una vez que se ha experimentado las mieles del éxito. Por otra parte, no hay mal ni bien que cien años dure.

Posiblemente, los que observamos desde fuera deberíamos ser menos exigentes con las personas de éxito porque a éstas no se les perdona un fallo e igual que los ensalzamos les bajamos del pedestal.

Somos humanos. Todos los somos. O tal vez, a veces, sería mejor copiar de los animales.

Un brindis por quienes han alcanzado el éxito merecido y una reflexión para los que lo vemos de lejos. 

No son distintos a nosotros por lo cual a su luz le acompaña también la sombra. 

Sepamos ver.

 Dejemos de juzgar.

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