Cuando era pequeña jugaba a imaginar que sucedería si la mente fuese
transparente y me distraía pensando cómo serían los verdaderos pensamientos de
cada uno en cada situación.
Estamos bien hechos.
No puede ser así o entraríamos en un conflicto masivo donde nadie quedaría
indemne.
Muchas veces decimos
lo que no pensamos, otras asentimos a aquello con lo que no estamos de acuerdo,
muchas seguimos conversaciones contrarias a nuestras convicciones y continuamos
el hilo de lo que se habla desde la disconformidad silenciada dentro de nuestra pequeña caja
opaca.
Todos creemos que en
nuestro interior está la verdad; una verdad que es mucha más verdad que la del
resto.
He pensado mucho
sobre la verdad. ¿Existe la verdad?¿Es bueno decirla siempre?¿Es necesario
saberlo todo? ¿Es lo mismo mentir que ocultar?¿Se miente por miedo?¿Se miente
para hacer lo que deseamos a pesar de a quien podamos hacer daño creyendo que
así los protegemos?¿se miente por piedad o por descaro?.
La mente de cristal
sería algo así como dejar pasar a nuestra verdad al resto de la gente y eso
seguro que chocaría con la mayoría de los observadores que tuviésemos enfrente.
El concepto de verdad
es muy relativo. En principio porque se rige por unas normas morales que se
incardinan en cada época o en cada sociedad y porque, sobre todo, debemos
internalizar esas normas en la infancia y no siempre es así.
Hay unas verdades ligadas a la sabiduría natural, a la espontánea
consideración de lo que está bien o mal aplicable a nosotros mismos y que,
desde el origen de muchas religiones, nos instan a no transferir al resto.
La mentira queda en un ámbito más estrecho. Encajonada entre el miedo
y el despotismo, abonada por la frialdad y la desconsideración, abortada por la
desconfianza que genera en los demás como si de cizaña se tratase creciendo
antes del buen trigo.
La mentira ayuda, sin embargo a vivir entre ella misma. No
podríamos ser absolutamente sinceros o nos veríamos relegados al ostracismo.
Nos dicen que no hay que mentir, cuando somos pequeños. Nos
castigan si nos pillan mintiendo. Se penaliza el engaño en la infancia y sin
embargo, cuando vamos creciendo es a través de él como vemos que se desarrolla
gran parte de la vida. Y entonces aprendemos muy rápido porque las
consecuencias de no hacerlo son más graves que no ser fiel a las enseñanzas de
la niñez.
Por otra parte, uno llega a la conclusión que si con alguien hay
que ser sincero es con uno mismo; ahí sí que deberíamos tener mucho cuidado. De
no hacerlo, la traición tendría un alto precio.
Pasar a manos de otros y dejar
nuestro destino a la deriva, en ellas.
Si alguna vez nuestra mente debe ser transparente debe ser cuando
nos miremos al espejo. Nosotros sí que debemos saber qué hay dentro de ella o
nos perderemos para siempre.
Mírate. ¿Qué ves?.¿ Verdad o mentira?
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