Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 31 de octubre de 2013

LOS JARDINES DE LA MENTE



Imagino, a veces, que la mente está distribuida en áreas verdosas  llenas de vegetación, con diferentes tonalidades colores y frescuras.
Hay zonas de nuestro mapa mental  que permanecen oscuras, atrapadas en lianas de indescriptible magnitud y emponzoñadas con aguas pantanosas que siempre incluyen arenas movedizas. Otras, aparecen radiantes, frescas y  relucientes. Regadas por abundantes aspersiones de ilusión y esperanza y  dispuestas siempre a reverdecer como si expresasen siempre una primavera perpetua.  
Hay lugares, por el contario, que ni siquiera podemos calificar porque permanecen cerrados, de acceso imposible y paso clausurado. Tal vez hemos tirado la llave que encaja en la cerradura que las aprisiona, hace mucho tiempo, o posiblemente no queramos abrir la caja de los gritos por temor a que invadan el jardín.
De cualquier forma, la tierra sobre la que se asienta nuestro vergel mental precisa ser trabajada, cada día, a cada instante.
Hay que sembrar para recoger. Hay que abonar para promover la abundancia de sus flores y regar y abonar lo que más tarde queremos que de fruto.
No es fácil permanecer en la brecha de comprender lo que tenemos alrededor y comprendernos a nosotros mismos, pero es el único camino para aceptar y mejorar mientras lo hacemos.
         Debemos dejar la mente libre y soltar y vaciar lo que sobra. Lo peor es que tenemos la costumbre de aprovecharlo todo. Nos parece que puede servir mañana, como lo hizo ayer, y que si vienen mal dadas es mejor lo “malo conocido que lo bueno por conocer”. Pero nos equivocamos. No puede entrar en aire fresco si tenemos la casa cerrada. No podemos ventilar el alma si los pestillos clausuran puertas y ventanas. No podemos dejar entrar la luz si las contraventanas permanecen puestas.
         Hay que levantarse cada día desprovisto de la sensación de saber lo que va a resultar en las horas que comienzan, desechando la previsión lo que es imprevisible, ni alentando los pensamientos negativos y menos, condenando lo de debe suceder.
Al menos, si no podemos ondear una bandera blanca en nuestro pensamiento en son de paz, dejemos abiertas las puertas abiertas para que pase lo bueno.  Para lo malo estaremos alerta. Seguro, porque por ello, en ocasiones solamente atendemos a nuestros fantasmas y ellos son los que quieren ganarnos la partida.
De nosotros depende que se esfumen como el humo o que lleguen a la categoría de monstruos. Hay que probar. Solo podemos ganar.

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