Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 8 de agosto de 2013

LA UNIÓN Y LA FUERZA




Sabemos que somos fuertes. Y si no lo sabemos llega la vida y en un momento nos pone a prueba. De repente nos encontramos con las personitas débiles que creímos ser superando adversidades, haciendo frente a problemas de calado profundo, asumiendo retos para los cuales siempre pensamos no estar preparados y conduciéndonos rectos por caminos torcidos.
Es fundamental estar bien con uno mismo, conocerse y asumirse, perdonarse y empujarse hacia delante siempre. La soledad no tiene por qué ser ostracismo. Saber vivir en armonía con uno mismo es uno de los mejores retos que podemos conquistar. Pero una vez conseguida la sintonía con nuestro corazón, hay que buscar caminos donde la cooperación nos engrandezca, donde la cercanía nos envuelva y donde la unión haga la fuerza.
No hay nada más fuerte que el amor. Nada más sólido y definitivo. Nada que pueda romper todo lo que él crea continuamente. Porque el amor es un inmenso generador de energía. Te impulsa, te anima, te hace sentir pleno, te mueve hacia delante y te derrama en el otro.
Por eso, estoy convencida de que el mundo que ha de venir, el cambio que debe operarse tiene que arrancar del amor, de la compasión, de la solidaridad, del convencimiento de que unas manos unidas son la cadena más fuerte que puede existir y sobre todo, porque tengo la absoluta seguridad de que el pilar más sólido lo constituyen los corazones que laten al mismo son.
A lo largo de mi vida me he convencido de que mi generación nos hemos educado en la competitividad, en la lucha a codazos con el compañero, en la creencia de que la aptitud, el talento y la idoneidad se demostraban en solitario y sobre todo, de que había que llegar el primero a la meta si querías ser una persona excelente y valorada como tal.
Hoy, estoy plenamente segura de que colaborar con el de al lado no resta mi valía, ni anula mis virtudes, ni las esconde tras el brillo del otro porque cada uno tenemos nuestros propios destellos, diferentes siempre a los del resto, únicos e irrepetibles y todos juntos podemos hacer un sol.
Con esa convicción guío cada uno de mis pasos ahora.

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