Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 9 de agosto de 2013

LA HISTORIA DE SID



Sid era una fea oruga de ojos anaranjados. Se pasaba la vida arrastrándose y retorcién­dose sobre el polvo de la tierra. Un día a Sid se le ocurrió una idea tremenda; se deslizó hacia arriba por el tallo de un arbusto, escogió una rama y emitió una sustancia translúcida sobre la superficie. Con el líquido formó una especie de botón, se dio vuelta y pegó la parte posterior de su cuerpo en el botón, después se encorvó en forma de "J" , se arrolló y comenzó a construir una casa alrededor de sí misma.

       Al poco tiempo, Sid se había cubierto completamente y ya no se podía ver. Todo se volvió muy quieto, parecía que nada en absoluto estaba sucediendo, pero la verdad es que había pasado mucho; la metamorfosis estaba ocurriendo.

        Un día, Sid comenzó a subir las persianas de su casa. Adentro se podía ver una gran variedad de colores. Otro día ocurrió una erupción. La casa de Sid se estremeció con violencia, el pequeño capullo se sacudió y tembló hasta que una grande y hermosa ala sobresalió por una de las ventanas. Sid la estiró en toda su gloria, y continuó su obra hasta que otra mag­nífica ala emergió de otra ventana al lado opuesto de la casa.

              Uno hubiera querido ayudar a Sid en esa etapa de su vida, pero no se podía, porque cualquier intento para ayudarla a quitar su casa de encima hubiera mutilado a Sid para el resto de su vida. De manera que hubo que dejar que se convulsionara y se retorciera hasta quedar libre sin ninguna intervención externa.

             Con el tiempo, Sid se separó de su casa, dio algunos pasos por la rama, se estiró y desplegó sus bellas alas. No era nada seme­jante a la vieja oruga que una vez fue. Sid bajó del arbusto, pero no para volver a arrastrarse y deslizarse sobre el polvo, sino para despegar con una nueva clase de po­der: "poder de vuelo".
Ahora, en lugar de tragar polvo, Sid vuela de flor en flor, disfrutando del dulce néctar en la maravillosa creación de Dios.

"No existen grandes hombres. Existen solamente grandes
desafíos que hombres comunes, como cada uno de nosotros, forzados a enfrentarnos con las circunstancias que nos toque pasar.”

“Almirante William”

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