Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 17 de enero de 2013

A GOLPE DE CORAZÓN

Algunos vivimos a golpe de corazón, es decir, con él siempre en la mano y en la cabeza, su palpitar. He de admitir que es bellísimo sentirlo todo así pero, a veces, solo en teoría.
La primera dificultad con la que tenemos que pelear es que al resto, a los que viven con la cabeza sobre los hombros, les parecemos tontos. Sobre todo porque a la lógica la llevamos sobre alas y siempre por debajo del sentimiento, y eso pasa factura.
Los que dejamos que el corazón se ensanche o se encoja con lo que nos va sucediendo siempre lo pasamos mal porque aunque el gozo, si se produce, es sublime, lo que duele también se dobla.
En muchas ocasiones parece que los que nos guiamos por el centro de nuestro pecho es que hemos vivido siempre entre algodones y que el mundo no nos ha enseñado lo suficiente para saber defendernos. Es como si aprender a base de golpes fuese edificando la fortificación del corazón para dejarle aislado de la realidad entre sus cuatro paredes de acero. Sin embrago, conozco gente que a pesar de haber sufrido estrepitosamente, de haberse enfrentado a batallas muy duras y de haber luchado sin descanso, siguen con el corazón blandito siempre dispuesto a estrecharse con el que sufre, el que lo pasa mal o incluso a entender y ayudar a aquel que hace daño.
Hay que saber sufrir. Hay que ser fuerte para llorar y no lo contrario. Hay que seguir sintiendo compasión, empatía y solidaridad con quienes lo necesitan más que nosotros, pero sobre todo hay que estar orgullosos de conmovernos con el dolor tanto propio como ajeno, porque el que desprecia hasta su propia pena, el que por creerse fuerte siempre roza la intransigencia… cuando lo hace consigo mismo, cae irremediablemente en la soberbia de no concederse la indulgencia de sentir una deliciosa debilidad que solo habla del poder del amor.
         No me arrepiento de ser así. Tal vez, a veces, me indigno conmigo misma por dejarme a un lado siempre en función de los demás pero luego pienso que llegará también mi día; aquel en el que alguien crea que debo ser yo lo primero de su vida y entonces la moneda me será devuelta con creces.

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