Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 26 de diciembre de 2012

LAS TRISTEZAS EN NAVIDAD

Las tristezas, las penas, el recuerdo y la angustia parece que se agudizan en el tiempo en el que todos parecen ser felices. La realidad es que no todo el mundo lo es. No todos tienen a los que aman al lado, tampoco todos tienen la mesa llena, ni los regalos dispuestos en el salón al amanecer.
Hay hogares que no tienen alimentos suficientes, que no tienen trabajo y que carecen de perspectivas a corto tiempo de estabilidad y armonía en su interior. Pero también hay hogares que teniendo todo eso les falta el calor humano y se convierten en simples casas donde los miembros de una misma familia van a comer y a descansar, sin más.
Las Navidades agudizan las emociones. Tanto las positivas, donde el entusiasmo por este tiempo de felicitaciones y presentes se hace patente, como las negativas en las cuales los viejos recuerdos saltan a flor de piel y donde las ausencias ahondan los vacíos que ya nos dejaron en el alma tiempo atrás.
No es un tiempo para olvidar, más bien es un tiempo de añoranza, de nostalgias y reflexiones, de vaciar el alma aún cuando todo está lleno. Y lo peor de todo es la sensación de naufragar en un mar lleno de gente que no sintoniza con nuestro estado de ánimo.
A veces creo que es necesario este paréntesis donde uno se encuentra consigo mismo, con sus fantasmas, con el pasado y con el presente. Donde uno ejercita su capacidad camaleónica para poder con las situaciones y seguir adelante. Donde sonreír cuesta a pesar de las risas de los otros, donde llorar también supone diferenciarnos en un momento donde la alegría debería invadirlo todo.
Este período diferente anuncia otro donde el cambio de año supone un nuevo inicio. Un comienzo hacia lo desconocido que al menos tiene la virtud de mantener la esperanza hacia lo bueno que ha de pasarnos y que aparece ante nuestros ojos como posibilidad.
Desde la situación que cada uno vivamos hay una luz que parece esperarnos más allá del 31 de diciembre. Algo que parece decirnos que lo mejor está por llegar y que merecemos los premios que la vida nos tenga reservados porque en realidad, cada uno de nosotros no somos culpables nada más que de sobrevivir cada día como podemos, lo mejor que sabemos y con la mejor intención que tenemos. Si lo hacemos bien o mal no depende exclusivamente de nosotros. A veces las coordenadas vitales no ayudan y otras, aunque lo hagan, no nos encuentran en el mejor de los puntos para permitir nuestro avance.
De cualquier forma, quiero creer en un mañana mejor y si yo no sé creármelo pediré al universo, a mis guías, a mi gente que habita en otra dimensión, que me ayuden, que me orienten y que sirvan de luz a la opaca forma de mirar que a veces me acompaña.

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