Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 21 de octubre de 2012

EL ENANO INTERIOR

Todos dentro de nosotros tenemos un enano muy poderoso. Un ser diminuto que se impone como un gigante cuando los problemas aparecen y que se resiste a los cambios por no tener que demostrar de lo que es capaz.
El enano interior es idéntico a nosotros pero inmensamente grueso. Hace mucho tiempo que decidió comérselo todo. Desde nuestros miedos, a nuestra inseguridad; los temores a no ser capaces y sobre todo la autoestima que no encontramos por ningún lado.
Nuestro enano es sabio. Tan sabio que siempre se mantiene a salvo para seguir cumpliendo su misión: hacernos sentir muy pequeños frente a las adversidades y considerar la dimensión de éstas por la fuerza inexistente de este pequeño ser.
Los problemas, dejan de tener su dimensión real  cuando nuestro enano se hace cargo de ellos. Entonces, crecen y crecen sin medida. En esos momentos es cuando la voz de este diminuto ser se oye con fuerza para decirnos que no puede, que es incapaz de avanzar con tanta adversidad y que es mejor que te detengas y repliegues tus alas para temblar con tu miedo. Nos deja relegados al inmovilismo en el mejor de los casos. Otras veces nos empuja satisfecho por el abismo de la desventura y caemos, sin remedio, en un mar de sensaciones de desamparo, quimeras e impotencias cuya puerta se abre veloz hacia la depresión.
Hay que hablar con el enano interior. Tener una larga y serena conversación con él para decirle que debe irse, que su casa no es más nuestro corazón y que a pesar de agradecer su presencia cuando podíamos asirnos a las manos de otros…hoy tenemos las nuestras decididas a abrazarnos.
Hay que convencerle de que cruce el umbral del miedo, de que emigre a otras tierras y anide en otros mundos en los que le ayuden a crecer.
Hay, en definitiva, que estar decididos a verle marchar, a despedirle con ternura para poder, más tarde, saludar al poderoso ser que abrigamos.
Cuando deje nuestra casa, ésta se llenará de luz y habremos comprendido entonces…que no hay medida en nuestra fortaleza y que ésta no depende de nada más que de de la fuerza inmensa de creer en uno mismo.

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