Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 8 de noviembre de 2017

¿SE PUEDEN RECUPERAR LOS AFECTOS?



Tal vez te hayas hecho esta pregunta muchas veces. Siempre hay una persona que quedó en nuestro camino de ida con la que hemos perdido el contacto y con la separación se han estirado tanto los lazos que nos unían que pudiésemos decir que están rotos.

Nos puede parecer hasta mentira. Si volvemos la vista atrás descubrimos un montón de sentimientos que tuvieron sentido cuando sucedieron; allí en aquel justo momento, preparados para nosotros y dispuestos para revolucionar nuestra vida, darla calor o simplemente hacerla más llevadera. 

Pasado el tiempo, la gente que nos rodea cambia, se renueva, se diversifica; otras caras, nuevas sonrisas, ideas frescas o miradas diferentes que nos hacen sentir siempre que estamos en un presente continuo.

Es muy difícil recuperar afectos que pasaron, que cumplieron su misión en su momento, que dejaron su sentido allí.
Recientemente pensaba en una amiga de la adolescencia; una de aquellas amigas que se llevan contigo siempre y de las que no querrías haberte separado. 




Hace un par de años me buscó por las redes sociales y volvimos a coincidir. Parecía que aquel sentimiento lejano renacía nuevamente. Así fue durante algún tiempo. Fue curioso. Nunca quiso hablar por teléfono. Me pareció como si encontrar nuestras voces representase algo demasiado fuerte, algo en donde los años se manifestaban con su distancia.

Después de algunos intercambios de información sobre el devenir de nuestras vidas, se fueron distanciando los mensajes, se atropellaron los sucesos en la vida de cada una y el tiempo pasado se abrió de nuevo como un abismo bajo nuestros pies.

Posiblemente querer forzar la reconstrucción de un sentimiento sea un imposible. Porque nadie es el mismo ya. Ni lo son nuestras circunstancias, ni lo es nuestro corazón.

Cualquier viejo afecto rezuma suaves aromas que siguen presentes en el fondo del alma como un sedimento permanente. Querer que nos impregnen de nuevo y convertirnos en el frasco de perfume, siempre es un error; o al menos, si acontece la oportunidad, que las expectativas no sean demasiado confiadas en que todo volverá a ser lo mismo.

Eso seguro que no.

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