Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 12 de junio de 2016

VIAJE A ÍTACA ( Relato del Domingo)



DOMINGO ANTERIOR

Entre las sábanas pudo escuchar la conversación que ellas mantenían.

.- El señor aún duerme.

.-Hay que comprobar que es así.  ¿Seguro que le puso la dosis adecuada?.

.-Sí señora. Hice todo lo que usted me dijo.

.- Bien. Cerremos la puerta entonces. Aún dormirá algunas horas más.- Y diciendo esto, la mujer de pelo rubio cerró la puerta dejando un diminuto papel entre ésta y el marco.- Sabremos si la ha abierto. No podrá escapar de aquí…

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Relato del Domingo 12_06-2016


No sabía lo que sucedía pero se sintió prisionero en su propia casa. Su mente aturdida pensaba con rapidez. No podía acordarse cómo había llegado hasta allí o en qué medida lo que recordaba de su vida anterior era cierto.

Miró a su alrededor y no vio su ropa de calle. Se levantó inmediatamente para abrir el armario. Tropezó con una descalzadora que estaba fuera de su sitio. Por un instante permaneció inmóvil. El ruido podría alertar a aquellas mujeres de las que, sin duda, tenía que huir.

Allí no había nada tampoco. Abrió los cajones de la cómoda. Estaban vacíos. Alguien conspiraba contra él. Habían retirado sus cosas. Ahora no reparó en los golpes que daba en cada cajón que iba cerrando.

.-¡Por dios! que es esto. Qué pretenden.- Lentamente se acercó a la puerta para escuchar. Parecía no haber nadie. Habían dejado de oírse aquellos pasos que recorrían el pasillo y tampoco se oía ninguna voz. Tal vez le hubiesen dejado solo.

Abrió la puerta sigilosamente. Nada parecía moverse. El despacho, al fondo, estaba entreabierto. Allí permanecía aquella caja fuerte de la que solo él sabía cómo abrir.

Se arrastró por la pared. Su espalda dejaba un rastro invisible en la pintura como si de un reptil se tratase.

Logró acercarse a la pequeña estancia llena de libros. No había nadie. Se adentró lentamente para sentarse en aquel sillón que le había cobijado tantas veces. 

No podía creer lo que le estaba sucediendo. Una foto de encima de su mesa le descolocó aún más.

Una mujer desconocida le abrazaba sonriente mientras el miraba al mar desde una baranda. ¿Qué significaba aquella foto?. No conocía a aquella mujer. Pero sí, era ella sin duda. La que había abierto la puerta de su habitación apenas hacía unos momentos.
Tenía que abrir aquella caja para coger el dinero que contenía y los documentos incriminatorios que guardaba en su poder. No podía permanecer más tiempo allí.

Sin pensar si realmente estaba solo, comenzó a retirar los muebles de la pared. 

Las mujeres que estaban en la casa observaban sus movimientos desde otra habitación. Habían instalado una diminuta cámara en la parte superior del despacho y podían seguir sus movimientos sin dificultad.

Owen estaba a punto de abrir aquella caja camuflada cuando de pronto se detuvo.

.-Soy un inconsciente. ¿Y si no estoy solo?. No he revisado la casa. – Ellas se miraron con complicidad.

.-Es el momento.-dijo la mujer morena.

El doctor comenzó a oír ruido de puertas. Cerró inmediatamente el despacho. La mujer llegando a la altura de la puerta comenzó a llamarlo cariñosamente.

.-Owen, Owen querido. ¿Te has levantado ya?. Cariño abre la puerta. Los niños aún duermen.- Owen despavorido supo que era víctima de una maquiavélica intriga donde querían volverle loco.
.-No abriré. ¿Quién eres?.

.-Owen por favor. Soy tu mujer. ¡Abre!.- El psiquiatra sudoroso y angustiado supo que no tenía escapatoria. Abriría aquella puerta para saber qué estaba sucediendo.

La mujer, no solo estaba dispuesta a convencer a Owen de  su amnesia, sino que también estaba decidida a que abriese inmediatamente aquella maldita caja fuerte que contenía los valiosos papeles.

Algo llevaba cuidadosamente en una caja. Algo se retorcía dentro de ella deseando salir maliciosamente. Algo que haría actuar a Owen sin remedio…


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