Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 4 de diciembre de 2014

LOS CLAVOS DE LA PUERTA



Hay palabras que nunca deberían haber sido pronunciadas, acciones que jamás debieron ser ejecutadas, pensamientos que de ningún modo debieron pasar por la mente y sobre todo, tristezas que nunca debieron ser sentidas en el corazón.

Efectivamente las marcas de lo que duele, de aquello que sin querer o queriendo, ofende o la de los propios errores vertidos sobre personas a las que amamos, dejan huella. Hoyos por los que siempre tendremos que pasar con cuidado, cicatrices que recordarán la razón de por qué están allí. 

El perdón nos redime a nosotros pero no evita la señal de lo que pasó. Lo que si consigue es que sea un recordatorio sin rencor. Un pasaje más de los que ayudan con rapidez a entender que estamos aquí para ayudarnos, para sentir y generar amor y sobre todo para ser y hacer felices.

Leamos este conocido cuento y su interesante mensaje.
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Hubo una vez un niño que tenía muy mal genio. Por ello su padre decidió entregarle una caja de clavos y un consejo, que cada vez que perdiera el control, clavase un clavo en la puerta de su habitación.
El primer día, el niño clavó 37 clavos en la puerta. Con el paso del tiempo, el niño fue aprendiendo a controlar su rabia, por ende, la cantidad de clavos comenzó a disminuir.
Descubrió que eras más fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la puerta. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió los estribos. Su padre orgulloso, le sugirió que por cada día que se pudiera controlar, sacase un clavo.
Los días transcurrieron y el niño logró quitarlos todos. Conmovido por ello, el padre, tomó a su hijo de la mano y lo llevó hasta la puerta, y con suma tranquilidad le dijo: “Haz hecho bien, hijo mío, pero mira los hoyos… la puerta nunca volverá a ser la misma. Cuando dices cosas con rabia, dejan una cicatriz igual que ésta. Le puedes clavar un cuchillo a un hombre y luego sacárselo. Pero no importa cuántas veces le pidas perdón, la herida siempre seguirá ahí.
Una herida verbal es tan dañina como una física. Recuerda que los amigos son joyas muy escasas, consérvalos, cuídalos, ámalos, pero no los lastimes, hay daños que son irreversibles y no hay perdón que los sane.
El niño comprendió la enseñanza de su padre y jamás volvió a tener que controlar su ira porque se dedicó a tomarse las cosas con calma y a actuar siempre guiado por el amor.

2 comentarios:

  1. Hermosa historia...comenzaré a sacar clavos...y de paso a tratar de reparar las heridas de mi puerta.

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  2. Sí creo que nos va a venir bien a la mayoría!. Aprenderemos a sacarlos y a restaurar su hueco.
    Graciassss*

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