Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


domingo, 10 de noviembre de 2013

AGUA Y MELODÍA



Hay que tener herramientas para que el corazón se sacuda la pereza, la pena, la tristeza o el abatimiento. Hay que buscar anclajes que nos permitan remontar la pendiente de la desgana y recolocarnos en una situación de poder en la que seamos nosotros los que dirijamos la orquesta de sentimientos que nos agobian.
Una de las muletas más válidas que he encontrado para salir de ese estado de apatía que sobreviene tras alguna contrariedad, es la música.
Una melodía puede ayudarnos tanto que nos permite a instalarnos en otro plano del sentir.
Una canción puede evocar recuerdos, desplegar sensaciones y proyectar deseos. El mero hecho de colocar una melodía en momentos de añoranza o hastío puede provocar una revolución interior.
La música es el condimento de la vida. El supremo néctar de cada situación, el apoyo de los momentos de intensidad y de  aquellos otros que nos dejan de la mano de la soledad.
He aprendido de mi hija a poner música mientras me doy un baño. Antes, la gente cantaba en este placentero momento. Ahora, hemos dejado de hacerlo y sin querer, se convierte en una rutina rápida que debe terminar cuanto antes para salir deprisa.
El agua, al igual que la música, nos transforma o al menos lo hace con el momento mágico en dónde nos acompañan. El agua tiene su propia melodía al caer. El sonido del agua puede sanar, incluso. Por eso esta fórmula es perfecta cuando nos encontramos mal. Un baño sonoro, donde nos impregnemos de los ruidos de las gotas sobre la piel y en el cual, escuchemos la melodía preferida para relajarnos de cualquier forma.
No seremos otros, no habremos cambiado nada pero, al menos, estaremos en otra disposición cuando pongamos, de nuevo, nuestros pies en el suelo del baño. Estoy segura. Lo he probado muchas veces.

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