Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 21 de enero de 2013

BATALLAS SIN MEDALLAS

Todos los días libramos batallas en las que nadie nos condecora. Lo peor de las medallas es que suelen concederse a título póstumo, cuando ya no se necesitan. El reconocimiento de lo que somos para quienes deben valorarnos ha de ser día a día, durante y mientras la vida sucede.
Nunca he estado de acuerdo con las frases que se vierten sobre la persona que muere, en ese momento. Ni todo el mundo es digno de alabanzas ni tampoco todos los que se van por el hecho de irse han sido mejores. Cada uno es como es y así termina sus días. Lo que debe preocuparnos no son los méritos que se valoran cuando la persona falta, sino cuando está viva.
Hay que expresar el afecto, lo que sentimos y lo que valoramos lo que poseemos desde el alma. Hay que darse cuenta de forma clarísima de lo que está al lado, de quién nos acompaña, del que lucha junto a nosotros, de la persona que nos ama y lo demuestra. De nada valen las medallas después. Ni los elogios cuando lo hemos perdido, ni esa sensación de vacío irreparable que deja el abandono.
La única forma de que la serenidad se quede a nuestro lado cuando alguien nos falta es la convicción absoluta de que quisimos todo lo que pudimos, de que valoramos todo cuanto estuvo en nuestra capacidad, de que amamos tanto como merecía y sobre todo de que fuimos capaces de decírselo y demostrárselo a cada instante.
Las medallas deben ponerse durante las batallas y no después.  Todos tenemos medallas para otros. Saquémoslas de los bolsillos y seamos generosos al juzgar, si se merece. No escatimemos demostraciones. El amor que no se expresa pasa por no existir.
En último término, si nadie nos pone las medallas que con nuestra lucha hemos ganado, seamos nosotros mismos los que en nombre de nuestro sagrado compromiso con la existencia, nos condecoremos sin temor.
Vivir es algo magnífico pero que como tal tiene sus puntos de amargura y desencanto. Por eso, si se hace bien, hay que recibir el premio que nos merecemos aunque sea de nuestras propias manos…tal vez…!de quién mejor!

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