Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


martes, 27 de noviembre de 2012

EL GUARDÍAN DEL MONASTERIO

Me acerco a vosotros, hoy, con un breve cuento budista que puede hacernos reflexionar acerca del pasado y de los problemas.
Siempre he mantenido que al igual que una ofensa, algo que nos duele o algo que nos increpa no podemos olvidarlo porque aunque logremos entenderlo y perdonarlo. Es algo que se ha vivido y existió. De la misma forma pienso para el pasado.
No entiendo los consejos que invitan a olvidarlo. No se puede borrar lo que ha sido fruto de la experiencia. Queda grabado a fuego en la piel del alma sin que la voluntad de eliminarlo consiga hacerlo. Incluso estoy convencida de que no hay por qué intentarlo. Forma parte de nuestra historia, de nuestra biografía y de lo que somos en este justo momento en ella.
Lo que debemos trabajar es la actitud ante los recuerdos, la manera de posicionarnos en ellos y la interpretación que hagamos de lo que sucedió. De este modo evitaremos la posición victimista que nos anula o la de culpabilidad y rechazo, e incluso aquella otra que nos hace aparecer como verdugos de otros o de uno mismo.
Lo pasado, pasó. Queda solamente aprender de ello, lo máximo posible y comenzar desde otros zapatos nuevos una andadura diferente si no queremos repetir nuestros mismos errores…que tal vez no lo sean tanto si sirvieron, al menos, para mejorarnos de algún modo.
El cuento del Guardían del Monasterio, de forma tajante, aborda la cuestión del tratamiento de los problemas y del propio pasado cuando se hace de él una dificultad para avanzar con la vida ye en ella.
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Cuenta la leyenda que en un monasterio budista ubicado en una ladera casi inaccesible de las frías y escarpadas montañas del Himalaya, un buen día uno de los monjes guardianes más ancianos falleció. Le hicieron los rituales tibetanos propios para esas ocasiones, llenas de profundo respeto y misticismo. Sin embargo, era preciso que algún otro monje asumiera las funciones del puesto vacante del guardián.
Debía encontrarse el monje adecuado para llevarlas a cabo. El Gran Maestro convocó a todos los discípulos del monasterio para determinar quién ocuparía el honroso puesto de guardián. 

El Maestro, con mucha tranquilidad y calma, colocó una magnifica mesita en el centro de la enorme sala en la que estaban reunidos y encima de ésta, colocó un exquisito jarrón de porcelana, y en él, una rosa amarilla de extraordinaria belleza y dijo:
-.He aquí el problema.
Asumirá el puesto de Honorable Guardián de nuestro monasterio el primer monje que lo
resuelva..

 Todos quedaron asombrados mirando aquella
escena: un jarrón de gran valor y belleza, con una maravillosa flor en el centro. Los monjes se quedaron como petrificados en el más respetuoso silencio, hundidos en sus interrogantes internas… ¿Qué representaría ese bello jarrón con flores? ¿Qué hacer con él? ¿Cuál podría ser el enigma encerrado de
tan delicada belleza? ¿Simbolizaría acaso las tentaciones del mundo? ¿Podría ser algo tan simple como que necesitara agua la flor?
Eran tantas preguntas…
En un momento determinado, uno de los discípulos sacó una espada, miró al Gran Maestro, y a todos sus compañeros, se dirigió al centro de la sala y … zas!!, destruyó todo de un solo golpe. 

Tan pronto el discípulo retornó a su lugar, el Gran Maestro dijo:

Alguien se ha atrevido no sólo a dar solución al problema, sino a eliminarlo.

Honremos a nuestro Guardián del Monasterio.. 


En realidad, poco importa cuál sea el problema.
Hay problemas cuyo aspecto nos confunde, pues halagan los sentidos pero en el fondo siguen siendo problemas. 

Si el problema, es exactamente eso: un problema, precisa ser eliminado.

Muchas personas cargan la vida entera el peso de cosas que fueron importantes en su pasado y que hoy solamente ocupan un espacio inútil en sus mentes,
espacio que es indispensable para recrear la vida. 

Un antiguo proverbio Chino dice:
Para que tú puedas beber vino en una copa que se encuentra llena de té, es necesario primero tirar el té y entonces podrás servir y beber el vino. 

Limpia tu vida, comienza por los cajones y armarios. 

Exígete a ti mismo lo que te gustaría exigirles a los demás. No te quejes con tu Dios diciéndole que tienes un gran problema, dile a tu problema que tienes un gran Dios en ti.


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