Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


viernes, 5 de octubre de 2012

LA ARENA DEL RELOJ

Ayer estuve en una celebración donde la tristeza y el regocijo se daban la mano. Se trataba de la jubilación de una profesora.
Uno dedica su vida a los demás. Y lo hace con entrega, con cariño, con dedicación inmensa. Pero en ello no va solo el altruismo del servicio al otro, sino que en este intercambio de frutos del espíritu va un interés propio de ser feliz con el progreso de los demás. Invertimos tiempo, esfuerzo, paciencia, afecto, ternura y un sinfín de derroches de cariños que tienen su recompensa, al final de todo.
Cuando una etapa termina supone echar la llave a la puerta que deja tras de sí vivencias, sentimientos y emociones sucedidas mientras nuestro mundo era de otros. Es como si tuviésemos la oportunidad de visualizar una película con un solo protagonista al final de la cartelera.
El término de la vida laboral tiene un sabor agridulce que siempre finaliza con lágrimas. Se llora, tal vez, por todo lo bueno que se vivió a lo largo de ella porque cuando se hace balance, a esas alturas, no suele aflorar lo negativo. La mente siempre está a nuestro favor y por ello selecciona lo que nos protege del dolor, echando en el cajón del olvido lo que no nos ayude a vivir mejor.
Miramos atrás con ternura y cierta melancolía. El perdón aparece rasando los niveles de amargura para igualar el estado de placidez del trabajo bien hecho y el deber cumplido. A pesar de que todo tiempo pasado no siempre fue mejor, lo parece en esos instantes cuando el pie se sitúa en el borde de un futuro con expectativas, al menos más cortas.
Mirar en los ojos de una persona que se despide, sea de lo que sea, siempre nos introduce en un mar de sensaciones que al menos nos aquietan. Nos miran como tendiendo una mano para ser apretada más veces, como abriendo el corazón para que pases más a menudo a partir de ahora, como invitándote a quedarte para no sentir el frío de las horas en solitario que están por venir. Otro tiempo con otras gentes en el cual cambian los empeños para reducirse más al ámbito de lo íntimo, lo cual no es malo siempre que en ese círculo nos esperen personas que nos amen y nos necesiten y en el cual sepamos volar libres sin sentir la necesidad de asfixiar a los que siguen con un horario estrecho y opresivo del que apenas pueden huir.
Ahora toda la arena que queda en el reloj es suya y seguirá cayendo al mismo ritmo siempre que no lo empujen de golpe en un intento de bajarse de la vida.

2 comentarios:

  1. Se hace necesario tomar consciencia de nuestro tiempo. Darle su verdadero sentido , sin que el trabajo ocupe todo el espacio ni la importancia que de un modo natural dedicaríamos a otras cosa , eso seguro. ´Ahora que el mundo parece ir hacia atrás y nos empeñamos en prolongar nuestra vida laboral, como si dar consistiera en eso. Las personas estamos dando hasta el último suspiro, a veces simplnte recibiendo. Dar es condición humana , en nuestra actividad laboral o en la jubilación,es indifierente. Saber esto puede traernos la felicidad cuando hemos dejado a un lado un modo de vida con perfiles que muchas veces fueron impuestos por la "necesidad". Dar, dar, y dar, no tiene fin.

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  2. Xara, efectivamente hacemos, demasiadas veces, de la vida laboral nuestra VIDA, sin darnos cuenta que ella es una parte de lo que debe empeñarnos.
    Es importante crearnos espacios propios que llenemos con todo lo que nos gusta y emociona, rincones en los que ser felices con lo que nos entusiasma...hay que revisarnos por dentro porque seguro que lo que nos conmueve es mucho más de lo que pensamos. Hay que encontrarlo y gozarlo.!!

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