Hay muchos días que marcan en el calendario fechas especiales, buenas y malas. Posiblemente, las que consideramos negativas son aquellas en las que hemos sufrido pérdidas, nos han dejado, nos hemos equivocado o nos ha invadido la enfermedad o la tristeza. Pero eso, es también parte de la vida…o en su esencia más pura, la vida misma.
Lo cierto, es que no estamos preparado para ello. Solamente suponemos que el discurrir de los días tienen que ser idénticos, las fechas importantes repetirse del mismo modo y todos estar en su “sitio”. Obviamos que la vida no funciona así, que es cambio y movimiento; impermanencia y transformación. Mientras no entendamos que cada día hemos ya perdido ese tiempo, que las cosas y las situaciones se modifican y que de cualquier modo, nosotros mismos somos, hasta físicamente, otros en nuestro mismo sistema celular, no habremos entendido nada.
Celebramos, una y otra vez, las mismas fechas pero ya de otro modo. Hay ausencias o nuevas presencias pero, de cualquier modo, todos somos diferentes.
Es importante venerar los ritos, porque ellos nos enraízan y nos dan seguridad. Nos anclan a un pasado en el que tenemos raíces; nos instalan, por algunos momentos, días o instantes, en un pasado que necesitamos para seguir con el futuro que manejamos en este presente continuo que es la existencia.
Por todo ello, hoy volvemos a sentarnos junto a los nuestros, nos sentimos unidos a los recuerdos y animados ante las gratificaciones instantáneas que conseguimos con ello, olvidando que dentro de unos días la vida vuelve a ser normal y que la fantasía, los brillos y las luces se apagarán para continuar con ella.
Aprovechemos estos instantes mágicos que como todo, terminarán. También lo hará aquello que te duele, que te angustia o que te mantiene fuera de ti en un estado de tristeza permanente.
Por suerte, eso también pasará.
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