Salpican gotas de agua juguetonas,
sobre la piel desnuda de mi cuerpo,
retozan libres por la senda,
del placer enredado en el deseo.
Navegan haciendo surcos,
en el azul oscuro de tu recuerdo,
pasean su mojada huella
Y en su recorrido, una paloma en celo
vuela alto hasta los confines
del más dulce firmamento.
Y ahora me miras desde
lo más cobarde de tu ego
Y piensas que tal vez fue mejor
Que yo sólo fuese siempre,
Un sueño.
Arena fue mi cuerpo
entre tus manos de hierro,
lágrimas amargas tragaron mis labios
cuando no quedaba en ti,
nada dentro.
El destino te devuelve siempre
el muerto.
A la orilla de tus pies,
varado en la playa de los siniestros,
como si tu fueses el olvido
y pudieses borrar el tiempo.
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