Hay
cosas que no cambian, cosas que no cambiarán nunca porque forman parte del ADN
emocional de la persona; grabadas a
fuego en el código genético de la emoción y que nos acompañarán hasta el último
de nuestros días.
Hay
personas que no pueden expresar afecto. Personas que aman pero sin decirlo y
otras que se vuelven locas por abrazar, besar y transmitir lo que sienten
reforzando la intensidad de sus emociones y quieriendo que los demás participen
de ellas.
La
forma en la que sentimos y el modo en el cual lo expresamos dependen mucho de
los modelos recibidos en la niñez.
Nuestras
maneras de reaccionar también son distintas. Y a la persona que se culpabiliza
por todo, les sigue aquella que se perdona todo.
Al
juez le acompaña la víctima. ¿Dónde te posicionas tú?.
No
es fácil ver los errores en uno mismo, pero sí lo es juzgar los de enfrente.
Frecuentemente, lo nuestro nunca tiene importancia porque lo privamos de todos
los atributos de molestia y dolor que el otro puede sentir. Otra cosa diferente
es cuando nos sentimos el centro del problema, entonces por muy desastrosa que
haya sido nuestra actuación siempre es peor la del contrario.
Es
una forma de defensa mental y hasta un modo de pasar por la vida sintiendo que
la arrogancia nos arropa y defiende de conocernos realmente y ser consecuentes
con ello.
No
dejes que si hay un juez dentro de ti, condicione tu existencia; no permitas
que si te sientes víctima todo te dañe. No consientas que el perdón sea una
moneda de una sola cara que siempre sale en tu mano mirando a tus ojos.
Todos
somos iguales. Cometemos errores y tenemos virtudes. El matiz está en el grado
de coherencia que haya en nuestra conciencia.
El
resto son sólo palabras vacías.
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