Lo
mejor que nos sucede llega sin darnos cuenta, así de pronto, de una idea, de un
encuentro fortuito, de un pasar por ti la suerte y tocarte de plano.
Muchas
veces creemos que en el esfuerzo, en la voluntad y en el duro trabajo está el
éxito; y sí, en sí mismas todas estas actitudes son un modo de ganar, pero nada
tienen que ver con aquello que llega sin esperar; que tal vez, en algún
momento, pasase por nuestra cabeza como un relámpago sin llegar a ver su luz,
que nos sorprende tanto que nos parece imposible.
Todos
tenemos momentos especiales en los que nos han sucedido excelentes e
inesperadas sorpresas que parecen pertenecer a otro.
Lo
mejor que te pasa no se puede contar, en la mayoría de las ocasiones, e incluso
no se debe porque es como romper el encanto, como dejar escapar la magia que
encierra.
Lo
vivimos en intimidad, regocijados en nuestro propio yo, embelesados con la
maravilla de que la suerte nos sonría de vez en cuando.
Hay
sucesos que no se pueden considerar un lujo, sino un privilegio y esos son los
que no se pueden dejar escapar.
Lo
mejor que te pasa puede llegar en cualquier momento y sin darte cuenta. Puede
sorprenderte a la vuelta de la esquina o estar a muchos kilómetros de ti, pero
en cualquier caso ser tuyo.
Nunca
he creído en las búsquedas. Que la suerte te encuentre a ti. Que el destino se
pronuncie y que nos elija sorpresivamente.
Repasa
tu vida. Algo habrá en ella que se ajuste a este parámetro del hallazgo sin
igual; aunque creas que no. Piensa.
Detente. Un día, un momento, una persona,
una mirada, una conversación, un descubrimiento que de algún modo cambió algo
dentro de ti y a partir de lo cual ya nada fue lo mismo.
Si
a pesar de mirar atrás no ves nada es que te está esperando, seguro.
Estate
atento porque sería una pena que pasase delante de ti, te saludase, se quedase
hablando contigo y le dijeses adiós sin darte cuenta que ese era tu momento.
Recuerda,
lo mejor que te pasa te va a sorprender en silencio y como todo lo excelente,
será incontable.
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