Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 7 de junio de 2018

LA LOCURA DE LAS DIETAS

Todo está en la mente. Hasta el cuerpo lo está. Y la mente determina los cánones estéticos de cada momento. Impone lo que vemos como bello y lo que no. El modelo al que debemos aspirar y lo que tendremos que rechazar para que los demás nos acepten, nos admiren o nos deseen.

Es un tema, que aunque muchos quieran negarlo, está en todos. Buscamos ser bellos. Buscamos “gustar” porque en esa aceptación de los demás nos sentimos bien, o al menos eso nos han enseñado.

A veces, solamente se asciende cuando uno toca fondo y en ese momento, cuando todo está muy mal en tu forma de verte, ahí es cuando te aceptas, te resignas o tiras la toalla.


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Hemos sufrido la tiranía de las dietas en estos últimos cuarenta años. Después de la guerras, donde todo se termina y cuando el mundo se recupera y una gran parte del mundo occidental, está saciada de comida, al menos.

Sabemos que hay mucha pobreza, que muchos niños y mayores casi no pueden comer en muchas partes del mundo, lejanas y también cercanas. Vemos escenas en la televisión, en los periódicos y nos envuelven las noticias con las consecuencias de las numerosas guerras que hay en más lugares de los que imaginamos. Pero pronto volvemos a nuestro día a día, a nuestro frigorífico lleno, a las tentaciones dulces o las saladas y grasosas delicias que ensanchan nuestro cuerpo y agrandan nuestra preocupación.

Se habla de salud y entonces parece que entendemos que hay que “comer sano”, pero la realidad es que la obesidad aumenta en los países más prósperos y cada vez nos separamos más del modelo estético estilizado donde las curvas solamente son concebidas en las carreteras.
En la época que le tocó vivir a mi madre, por ejemplo, la delgadez era sinónimo de pobreza o de enfermedad.

Refranes tales como “no hay mejor espejo que la carne sobre el hueso”, justificaban y ponderaban a las mujeres metidas en carnes de las que Botero hizo su delirio.

“La buena vida” siempre va aparejada a una subida en la báscula, por eso hemos de cambiar de forma de pensar y reprogramar el cerebro para modificar el concepto de la bondad que hay en la satisfacción inmediata de nuestras papilas gustativas.

Lo primero que hay que hacer está relacionado con la satisfacción que nos da nuestra imagen. ¿Nos gustamos a nosotros mismos?, si es así, todo está bien. A no ser que nuestro peso nos condene la salud. Si no es así, el problema no está en la báscula, sino en nuestra autoestima, en el apego a los modelos estéticos de la época que nos ha tocado vivir y en una incapacidad de someter nuestra voluntad a unos hábitos saludables de vida.

Hacemos dietas alternativas, sucesivas, privativas, líquidas, escasas, solitarias, ansiosas y generalmente, asociadas al mal humor que nos produce no comer lo que queremos.

La dieta no es eficaz nunca si no comienza en la intención; si uno no está convencido que cambiará para siempre de forma de pensar, de hábitos diarios en relación a la comida y de llenarnos, en definitiva, de la absoluta certeza de que hagamos lo que hagamos siempre lo haremos por nosotros y no por los demás.

El éxito de cualquier dieta está en el “después de “, nunca en el durante, ni en su comienzo donde todos juraríamos sobre la biblia que vamos a quedarnos como una línea.

No hay voluntad que no sufra rebote si no ligamos a ella un cambio interior que nos convenza.

Si no lo logras, acéptate. 

Como sea, con lo que sea.



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