Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


sábado, 21 de octubre de 2017

CUANDO TODO SE DERRUMBA



Hay veces que sentimos el derrumbe de nuestra casa emocional. Oímos ruidos, vemos grietas, sentimos frío, olemos polvo… y todo nos indica que las paredes se caen, que la estructura se mueve y que dentro de ella solamente estamos nosotros, en nuestra soledad infinita.



Ayer oí una metáfora que me gustó mucho.

 Se trataba del prendimiento de Jesús en el Monte de Getsemaní. Él se hizo acompañar por dos discípulos, pero ellos se durmieron mientras esperaban que llegasen los soldados. Entonces, Jesús fue apresado en su soledad. Y de este modo tuvo que llegar a su cruz. Sólo. 

Esto es lo que sucede siempre. Aunque nos acompañen a nuestra cruz llegamos solos y solos debemos pasar por ella.
A veces, tenemos la sensación de que algo no va bien o no va como imaginamos o como deseábamos vivir.

A veces, se agolpa en nuestro corazón todas las ganas del mundo de que lo que vivimos fuese diferente y entonces, al final del túnel, cuando parece que todo se derrumba…llega la luz. Una luz suave, tenue y cálida. Una luz que arropa y susurra al oído que no todo está perdido, que hay un “más allá” que queda por vivir y que solamente tenemos que esperar.

La credulidad ciega tiene un alto precio. Abrir los ojos duele. Encontrar la medida exacta de la abertura de los párpados lleva su tiempo. Un tiempo muy válido si logramos estimarnos y estimar a quienes tenemos cerca; creer en nuestro poder interno y en esa caja de recursos infinitos que llevamos dentro para los casos desesperados, para los tiempos muertos, para la soledad del alma y su desesperación.



Hoy no es una buena tarde.

Pasará. Esto también pasará. Y llegará un nuevo ciclo, una etapa diferente, un momento mejor en el que la felicidad brille de nuevo.

Estoy segura. En ello confío.

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